¡Qué ciudad más simpática!.
¡Qué joya oriental!.
¡Qué colorido tiene!.
Es como un bello escaparate tradicional, por el día, y una deslumbrante maniquí luminosa, por la noche; con su bello, antiguo e intrigante puente japonés, símbolo de la ciudad.
Un río la divide en dos y, por la noche, ese río y la ciudad se llenan de magia. Montones de farolillos adornan las calles, y cientos de luces cruzan cableadas las márgenes del río, organizadas con simetría oriental. Al detalle.
Allí, este viajero insatisfecho alquiló una bicicleta y se dejó llevar por la tranquilidad del lugar. Sus paseos, paralelos al cauce del río, le llevaron al mar. En la playa, se rodeó de niños y niñas que querían jugar.
Allí, este viajero insatisfecho se dejó hacer varias camisas de puro algodón, de diseño y tela a elegir, conquistado por la amabilidad del sastre que le abordó.
¡Qué joya oriental!.
¡Qué colorido tiene!.
Es como un bello escaparate tradicional, por el día, y una deslumbrante maniquí luminosa, por la noche; con su bello, antiguo e intrigante puente japonés, símbolo de la ciudad.
Un río la divide en dos y, por la noche, ese río y la ciudad se llenan de magia. Montones de farolillos adornan las calles, y cientos de luces cruzan cableadas las márgenes del río, organizadas con simetría oriental. Al detalle.
Allí, este viajero insatisfecho alquiló una bicicleta y se dejó llevar por la tranquilidad del lugar. Sus paseos, paralelos al cauce del río, le llevaron al mar. En la playa, se rodeó de niños y niñas que querían jugar.
Allí, este viajero insatisfecho se dejó hacer varias camisas de puro algodón, de diseño y tela a elegir, conquistado por la amabilidad del sastre que le abordó.
Allí, este viajero insatisfecho conoció a una preciosa joven vietnamita, de permanente sonrisa, olor a membrillo y piel……(¡permiso!), piel de melocotón.
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