2 de enero de 2009

C h i k u n g u n y a


Hacía el equipaje. Aquí, unas zapatillas; allí, un pantalón liviano; en este apartado de la mochila, las gafas de sol; por el otro lado, sus calcetines de dibujos. Pretendía estar relajado y centrado, pero no lo estaba. Durante tres días había estado haciendo una investigación sobre el país y no le gustó nada saber que hacía poco habían sufrido, o estaban sufriendo, una epidemia. Este detalle le sumió en un sinfín de averiguaciones para ¿saber más?, ¿satisfacer su preocupación?, ¿abandonar la idea del viaje?. Un poco de todo. Nunca se había preocupado por esas cosas pero aquel viaje era distinto, no estaba dentro de sus planes inmediatos. No era su-viaje, no era el viaje del viajero insatisfecho.
La epidemia de chikungunya sigue extendiéndose, según la agencia AfrolNews. El virus chikungunya, trasmitido a través del mosquito, se extiende de una isla a otra en la región del Océano Índico. Las naciones isleñas conocidas como "paraísos" por los turistas se encuentran desamparadas en su lucha contra los mosquitos. En torno a 160.000 personas se han infectado tan sólo en la isla francesa de Reunión, y el virus se ha extendido a Seychelles, Isla Mauricio y Madagascar. Crece el temor entre los turistas a medida que la epidemia se extiende. Después de los ataques de alta fiebre, deshidratación y fuertes dolores, los pacientes se reestablecen lentamente por sí mismos. Solamente se sabe que las personas muy débiles, niños o ancianos, pueden correr el riesgo de morir. Pensaba para sus adentros: “No es nada agradable la noticia”.
El temor aparece entre el mundo turístico. “¿Y yo que soy? Acaso no soy un turista. Con ciertas particularidades, pero turista”.


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