A lo lejos, divisó dos negros cuerpos femeninos que se acercaban balanceándose como dos ramas movidas por el viento. Daba la impresión de que jugaban entre ellas mientras se acercaban lenta, muy lentamente. Ya se sabe que en la lejanía la sensación de movimiento se ralentiza. La escena era entretenida y de exquisita generosidad visual. No lo dudó un momento y el viajero se sentó en uno de esos troncos corroídos, por el agua del mar, que se encontraba muy cerca de donde rompían las pequeñas olas en la arena. Desde allí pudo observar sus cuerpos con cierto disimulo pero -a su vez- con una ansiedad carnal que esos días afloraba en su piel y su interior. Mientras las observaba a lo lejos, ambas mantenían sus juegos, pequeños empujoncitos y lo que creía fueran risas de amistad y complicidad. Era una imagen estéticamente serena. Si fuera de una película, su director la hubiera difuminado para impresionar al espectador y realzar su belleza. Pero la imagen era de una realidad pasmosa. Entre tranquilo y nervioso, esperó a que estuvieran a pocos metros, entonces -se dijo- “las abordaré”.
No fue necesario.
Se acercaron a él entre risas y breves comentarios que oía como un bullicio chismoso. Le ofrecieron artesanía local, collares, anillos y figuras de madera, todo ello labrado, con profesionalidad, pero también con cierta torpeza.
Supongo que hubieses preferido otro tipo de ofrecimiento por su parte no? jajajjjaj
ResponderEliminar"Seco", has vuelto a tus artículos carnales, no puedes evitar tu salidez cual si fueses un "pollino" en celo, pero te quedaste con las ganas, supongo, de ponerlas en escuadra mirando para el Bierzo y cubrirlas como si de animal vacuno se tratase, sin ningún tipo de delicadeza, como el perfecto deprávata sexual que eres.
ResponderEliminarLa imaginacion esta llena de pureza y de instintos, nos hace sentirnos vivos.
ResponderEliminarBesotes Blas.