Hace unos pocos días al mirar la programación televisiva, en La 2 anunciaban Moolaadé, una película desconocida de un cineasta octogenario senegalés. Pero lo que le llamó realmente la atención fue la breve crítica de El País: “En estos tiempos, Moolaadé es un filme imprescindible, que clama en contra de la ablación y a favor de la dignidad de las mujeres. Una obra, protagonizada por actores no profesionales, que desprende vida y verdad. Su proyección en todos los institutos debería ser obligatoria”.
Era difícil ver en este periódico una crítica de este estilo. Creedle. Al menos el viajero insatisfecho no había leído tal. Por esto y porque no era la típica película con el mensaje tópico americano se quedó a verla.
Mediante una estética africana manda al espectador un mensaje, sin afán moralizante, pero un mensaje contundente de los problemas de la sociedad rural senegalesa, a través de unos personajes entrañables. Se dejaba querer la tía Cole, también Dukuré (tío), y se dejaba querer Ansatu, la hija que no quiso someterse a la ablación y tendrá problemas para casarse al ser una vilacoro (no purificada). La cinta transcribe tan bien la vida de un poblado, desde una estética tan cuidada, que le recordaron sus días en Senegal, donde sin llegar a apreciar y a entender lo que vivió con la película, pudo captar una sociedad de religiosidad casi fanática y con tradiciones tan árabes como la ceremonia del té (ver fotografía). Pudo ver lo que supone para las mujeres del poblado ir por agua al pozo cercano o, tal vez, lejano: un momento de esparcimiento, de cotilleos, de relaciones humanas, de risas, de feminidad senegalesa y africana.
Era difícil ver en este periódico una crítica de este estilo. Creedle. Al menos el viajero insatisfecho no había leído tal. Por esto y porque no era la típica película con el mensaje tópico americano se quedó a verla.
Mediante una estética africana manda al espectador un mensaje, sin afán moralizante, pero un mensaje contundente de los problemas de la sociedad rural senegalesa, a través de unos personajes entrañables. Se dejaba querer la tía Cole, también Dukuré (tío), y se dejaba querer Ansatu, la hija que no quiso someterse a la ablación y tendrá problemas para casarse al ser una vilacoro (no purificada). La cinta transcribe tan bien la vida de un poblado, desde una estética tan cuidada, que le recordaron sus días en Senegal, donde sin llegar a apreciar y a entender lo que vivió con la película, pudo captar una sociedad de religiosidad casi fanática y con tradiciones tan árabes como la ceremonia del té (ver fotografía). Pudo ver lo que supone para las mujeres del poblado ir por agua al pozo cercano o, tal vez, lejano: un momento de esparcimiento, de cotilleos, de relaciones humanas, de risas, de feminidad senegalesa y africana.
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"Seco", por una vez defiendes la dignidad de la mujer y dejas de valorarla como mero objeto de placer material y trofeo conquistado; no quiero pensar que en este caso sea por que a tí te gustan con clítoris, ¡NO!, ¿no?.
ResponderEliminar¡FELICES FIESTAS A TODOS LOS QUE VISITAN EL BLOG DEL "SECO" Y EXPRESAN SU COMENTARIO!, que soy yo sólo.
Se me ha pasado poner mi tierra natal aunque tu "Seco" sabes que lo anteriormente escrito es del conquense
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