8 de noviembre de 2007

No estuvo en Islandia

No, no.
A este viajero insatisfecho no le gustan los viajes-de-trabajo. En su vida laboral no tuvo muchas oportunidades de hacerlos, pero cuando hizo tres (contados) se dijo a sí mismo que no quería más. Aún recuerda su viaje-de-trabajo a Islandia. Al margen del bello hotel en el que pasó dos noches -y dos días- no puede hablar de Islandia. Tal vez, sí aprendió a beber como un islandés en la noche, clara y soleada, pero noche al fin y al cabo, de Reykiavik.
No palpó nada, nada, nada la realidad del pueblo islandés.
No pudo saber que Islandia se independizó completamente de Dinamarca en 1944.
No pudo gritar -como hace el clamor popular, y no tan popular- que el islandés Leif Eriksson fue el primer europeo en llegar a América.

No pudo nadar en la 'laguna azul' de la península de Reykjanes, en sus aguas termales, ricas en minerales en un escenario de nieve y campos de lava.
No pudo observar el géiser Strokkur, de donde los vikingos sacarían la creencia de que bajo la isla se encontraba el infierno.
No pudo visitar el lago Thingvellir que contiene especies de peces que no se encuentra en ninguna otra parte del mundo.
No pudo ir a las islas Vestman, particularmente conocidas por sus colonias de aves marinas y donde se encuentran más frailecillos que en ninguna otra parte del mundo.
No pudo hacer ráfting, ni excursiones a pie, ni viajes a los glaciares, ni pesca, ni equitación, ni excursiones en barco, ni observación de ballenas, ni natación y ni siquiera esquí de verano.
No estuvo en Islandia.

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