6 de septiembre de 2007

Acepto la provocación (IV): Las comidas


Para hablar del momento de la comida (desayuno, almuerzo y cena) en aquel barco que descendía el Amazonas (durante 5 días), este viajero insatisfecho ha tenido que lanzar una moneda al aire para decidir en qué tono contarlo. ¿Era un instante chancero? ¿era simpático? ¿o, tal vez, era insufrible y odioso?.
Fue una sorpresa la primera llamada al ágape que se escuchó cuando ya había comenzado la travesía, recién salidos de Manaos. Un silbato en la boca del ayudante de cocina, con la energía de un árbitro cuando pita un penalti, alertó al pasaje de que el momento del condumio había llegado. Fue como molestar a un panal de abejas cuando, atareadas, dedican su preciso tiempo a fabricar miel. Saltos rápidos de las hamacas, pequeñas carrerillas para salir de entre ellas, movimientos ágiles, y caras gráciles y vivarachas.
Este viajero despistado, tuc-tuc, tuc-tuc, pensativo, reflexivo -diría- centrado en ponerse en situación y conocer el terreno que iba a pisar durante los días siguientes, casi pierde la oportunidad de acercarse al plato. Le salvó, no el silbato como ocurre en algunos partidos, sino un segundo turno ya establecido por la gran cantidad de pasaje.
La cocina-cuartelillo se encontraba en algo parecido a lo que llamaría la bodega. Allí, en una mesa maltrecha y casi negra de la humedad tan frecuente en la ribera amazónica, todos encontraban cazo, tenedor y cuchara para hacer acopio del arroz seco con pollo (la mayoría de los días), papas caldosas y pollo (otro día), papas secas y pescado (otro día más), que luego agradecería el buche, si había suerte de llegar los primeros.
Como ritual oriental, o algo seriamente establecido, luego tocaba hacer cola ante los retretes, sin olvidarse del rollo de papel higiénico si las necesidades eran mayores. Un agujero en el suelo de la bodega, en el que había que intentar atinar, era el oficial modo de evacuar lo ingerido con anterioridad.

Una vez completados los pasos, a esperar al siguiente toque de silbato y encomendarse a Dios para que en el próximo turno las cosas vinieran mejor dadas. Lo guarda en su “morral-mental” como algo lleno de incomodidades pero divertido, distinto y con cierto aire exótico-cutre.


Copyright © By Blas F.Tomé 2007

1 comentario:

  1. Bueno cuando el hambre toca a la puerta, yo creo que ya no sabemos si queremos un restaurante de lujo o simplemente comer donde sea.

    Saludos.

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