8 de abril de 2007

Todo está claro: el bobo cerebro viajero


Todo está claro. Lo que más emociona al viajero y, diría más, le deja candoroso y medio bobo, son los paisajes que a la gente del lugar le parecen anodinos, aburridos, monótonos y vulgares. Para el viajero, son paradisíacos y reúnen todas las características apropiadas para convertirse en su mente en imágenes exóticas. Pero para los que allí nacieron y crecieron, todas las cosas que les rodean se funden con sus propios recuerdos, que no son precisamente paradisíacos y, mucho menos, exóticos.
“¡Hoy, esta bravo!”, me dijo la niña-mujer que me atendió a primera hora de la mañana nada más levantarme y me vio salir raudo ante el impresionante ruido del volcán Arenal, en el centro de Costa Rica. Pensé, en esos momentos, si para esta tierna mujer, el volcán era paradisíaco y exótico o más bien era una vulgar mezcla de recuerdos tristes y añejos, nacidos en el mismo momento en que ella apareció a la vida. Tal vez su breve comentario no surgió de ella misma por propia iniciativa sino que fue provocado por la expectación que el gringo (no olvidemos que en muchos países iberoamericanos así nos llaman) mostraba. Escuché su penetrante sonido y ví la humareda que soltaba la montaña por su boca. Más tarde desde una bonita terraza del pequeño hotel, observé que esos hechos eran a la inversa: primero, veía el humo y, posteriormente, se escuchaba su ruido. ¡Qué torpe, no haberlo deducido antes!.
¿Y por qué mi interés por ese volcán activo, aunque de baja intensidad?. Pues, todo está claro, no nací en unas laderas de fuego, no sentí su amenaza en ningún momento de mi vida, y menos en mi infancia, y solamente al encontrarme bajo sus efectos me produjo esa bobería de viajero.
Mi admiración como gringo contrastaba con la normalidad con que los habitantes vivían el fenómeno y la naturalidad con que miraban, o mejor, no miraban las laderas del monte atronador y a veces iracundo. Para mí, belleza; para los que allí paseaban diariamente, cierta monotonía. Seres similares vivimos con impresiones diferentes.
Más tarde he podido dormir en brazos de otros volcanes activos, pero siempre recordaré los rugidos matinales que me dejó, en el tálamo de mi bobo cerebro viajero, aquel cono costarricense (ver fotografía).

2 comentarios:

  1. Esos pensamientos los he tenido yo. Osea, alguna vez he sido conciente y me he puesto a pensar en eso. A la inversa también, cuando camino por las ramblas de barcelona con prisas laborales esquivando a los guiris "empanados" con los mimos y payasos... como siempre blas, cuanta razón, cuanta sabiduría... jejejeje. Un abrazo machote!

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  2. ¿Y de noche?, los rugidos no se oyen tanto, pero ver la lava, de ese naranja casi doloroso a los ojos es algo difícil de olvidar.
    Yo no he tenido la suerte de ver más volcanes activos, por eso el Arenal me llenó la retina de sensaciones.
    ¡Cuánta razón llevas cuando dices que a veces nos cautivan las cosas que a los del lugar les parecen insignificantes!. Eso pasa siempre por no valorar nunca lo que tenemos delante, todo monotonía, rutina.
    Me encanta haber compartido contigo por lo menos un lugar,..., aunque sea en diferentes momentos.
    Un saludo!!!

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