19 de junio de 2025

Santo Domingo / República Dominicana


Parque Colón, Santo Domingo

Pisaré tierra dominicana en el aeropuerto internacional que hay en Punta Cana, en el extremo este del país. Dormiré la primera noche por los alrededores, pero a la mañana siguiente saldré en autobús directamente a la capital, Santo Domingo. Esa era la intención del viajero insatisfecho, y fue eso lo que pasó.

La primera impresión que le causó Santo Domingo fue la de una gran ciudad, en su mayor parte tremendamente bulliciosa, pero donde le dejó el autobús, mucho más tranquila. Era una zona cercana al centro colonial de largas calles y avenidas, donde los coches y la circulación eran los protagonistas; menos, lo eran los peatones. A unos centenares de metros estaba el Palacio Nacional de la República, e influenciado por ello —dedujo— la seguridad parecía ser bastante buena. El hotel tenía buen aspecto, pero cuando accedió, sacaría una conclusión que mantendría a lo largo de todo viaje: la falta de profesionalidad del personal del hotel, la mala atención, la desgana y la falta de empatía de los empleados dominicanos. Con alguna excepción, en su recorrido por los hoteles de las poblaciones, pudo demostrar dicha conclusión. En algunos casos diría que, para lo que ofrecen, el precio era excesivo.

La zona colonial de Santo Domingo era si no espectacular, si al menos interesante. Esta zona —concentrada en los alrededores del Parque Colón y catedral de Nuestra Señora de la Encarnación— estaba bastante bien cuidada, incluso, en los momentos de esta visita, varias calles aledañas aparecían en obras de mejora.

El turismo mandaba, y el aumento de éste era, según datos, un hecho real.


Una de las puertas de la catedral de Nuestra Señora de la Encarnación

Casa del Cordón

La arquitectura de la catedral de la ciudad se caracterizaba por su estilo gótico tardío, sólidas paredes y tres puertas principales de acceso, una de ellas de estilo plateresco. En su entorno, era interesante también la calle de las Damas, que tenía como atractivos varias casas coloniales, en alguna de ellas vivió Diego Colón, hijo de Cristóbal Colón y virrey de las Indias; la Fortaleza Ozama; el panteón de la Patria, o la casa de Rodrigo de Bastidas. También, por los alrededores, la casa del Cordón, una de las primeras casas de piedra de América y probablemente la primera de dos pisos.

Por toda esta zona hizo un recorrido matinal guiado —de esos que ofrecían gratis, pero luego exigían una elevada propina— al día siguiente. En la plaza de España, al final de la calle de las Damas, un pequeño reloj de sol daba muestra así de la antigüedad de la zona. En esta plaza, se encontraba el Alcázar de Colón y la puerta de Don Diego, que servía de acceso al interior amurallado.

Como dato anecdótico, en una de las calles aledañas al Parque Colón, había una estatua, a pie de calle, como homenaje a Joaquín Sabina, y un pequeño bar.


Bar Sabina

Ruinas del hospital San Nicolás de Bari

En solitario, ya había descubierto las ruinas del antiguo hospital de San Nicolás de Bari, el primer hospital de las Indias; las —también— ruinas del Monasterio de San Francisco, y otros muchos edificios coloniales, en algunos casos, reconvertidos en museos y hoteles. Esos paseos le llevaron por otros muchos lugares. Le llevaron, por ejemplo, al monumento (moderno) a Fray Antón de Montesinos, que rendía homenaje al célebre defensor de los indios taínos.

Tres días de intensos y fructíferos paseos dedicó a la ciudad de Santo Domingo.


Monumento a Fray Antón de Montesinos

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2 comentarios:

  1. Eso del tour gratis es una engañifa, sí. En el mejor de los casos están bien documentados, pero siempre haciendo hincapié en sus promociones.
    Parece que Sto. Domingo tiene algo más que playas!

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  2. Uf! Has logrado reunir en tu escrito, Blas, tres pájaros de un tiro: En primer lugar, por supuesto, a mi paisano Sabina, un vividor y un pirata. No se queda atrás, aunque a otro nivel, Diego Colón: quiso hacer y deshacer a su antojo y tuvo sus rifirrafes con la Corona. El tercero es Antonio de Montesinos: sería un santo, pero a mí cuando me hablan de los dominicos se me ponen los pelos como escarpias.
    Un abrazo!

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