10 de mayo de 2025

Trayecto de regreso a Antananarivo

En la playa de Mohambo, dedicado al coco

Para continuar su recorrido hacía el noroeste de Madagascar, desde el este, donde se encontraba (isla de Sainte Marie), debería regresar a Antananarivo, desandando —en medios de transporte, claro— el camino de ida. Un regreso por escalas, pues el trayecto era largo y las carreteras muy, muy deficientes.

Lo primero, para salir de la isla, era tomar el barco de regreso a Mohambo, donde pretendía dormir una noche. Arribó a esta pequeña población playera a media mañana y pasaría ese día deambulando por la playa, y matando el tiempo a base de agua de coco, cerveza y chupitos de ron local, con diferentes sabores (banana, tamarindo,….). Al día siguiente tomaría un matatu/minibús que le llevaría a Tamatave (aquí descansaría unas horas), y continuaría camino hacia Antananarivo. A esta capital del país, llegaría a primeras horas de otro nuevo día. Verdaderas jornadas viajeras, con muchas horas sentado en matatus, a veces insufribles. Llevaba ya más de un mes por estas tierras y los constantes viajes hacían mella en sus cansados huesos, pero… ¡adelante!

De nuevo, tuvo problemas para abandonar Antananarivo hacía el noroeste del país, debido a las fechas vacacionales malgaches. En concreto, pretendía dirigirse a Mahajanga, para iniciar un recorrido por lugares y poblaciones ya conocidos en su primera visita —y la única— al país, aunque de ello hacía ya muchos años.


Lago Anosy, en Antananarivo

Durmió dos noches en Antananarivo y durante el día intermedio se dedicó a recorrer barrios y calles populosas, a cambiar dinero (euros-ariary) y dar un paseo por la orilla del lago Anosy, ubicado en el centro de la ciudad. Ya lo había divisado desde lo alto del palacio de la Reina / Rova, los primeros días, cuando había llegado al país y, ahora, lo bordearía andando al completo. No pudo visitar el monumento central del lago, al que se accedía por un estrecho paseo, por encontrarse cerrado. No importaba. Observar a los paseantes, en un recorrido —allí sí, tranquilo—, fue uno de sus sencillos placeres. Muchos —demasiados— personajes en aparente abandono social (recogían basura, lavaban sus pocas pertenencias en el sucio lago,…) deambulando también por las inmediaciones hacían que el viajero insatisfecho se mantuviera siempre alerta, aunque estaba en una zona transitada por lo que se minimizaba el peligro. Además, ya iba conociendo la bondad de los malgaches, aun teniendo alguno de ellos un aspecto poco atractivo o más bien sospechoso.

Saldría hacía Mahajanga el 31 de diciembre, a media tarde.


Original adorno/jardinera, a orillas del lago Anosy


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2 comentarios:

  1. No llevo bien la cuenta, Blas, pero debe ser uno de los viajes las largos (¿más de un mes?) de los que por aquí cuentas. Aunque también es verdad que no sabemos el día que sales y el día que regresas.
    No me extraña que tus sufridas posaderas estén exhaustas de tanto traqueteo. Bueno, el agua de coco y una buena cervecita (¿mejor que la Presidente?) siempre ayudan.
    Un abrazo!

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    1. Sí, querido Emilio. Fueron dos meses por el país, con muchos, muchos movimientos y trayectos.
      Un abrazo.

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