Era temprano cuando llegó a la parada de minibuses de Ranohira. El destino elegido para la siguiente “parada y fonda” (en este caso, más larga, más que "fonda") era la ciudad de Fianarantsoa. Antes de subir al minibús aparecieron dos chicas blancas, las primeras viajeras que me encontraba, y parecía que iban a tomar el mismo minibús. Hablaban español. “Parece que habláis muy bien español”, les dijo el viajero insatisfecho en tono bromista. “Si, es que lo estamos practicando”, contestó una de ellas siguiendo similar actitud. Eran de Teruel. Dos veteranas viajeras, con poca experiencia africana, pero con las que conversó durante el trayecto (se sentaban al lado). Además de la charla, admiraba aquellos campos que empezaban a oler a trabajo, a dedicación del pueblo betsileo, que decoraba los alrededores con su esfuerzo en el cultivo de arroz y vestía de verde los valles y laderas del territorio.
Ellas
se bajaban en Ambalavao, unos cuantos kilómetros antes. Era la primera vez que
hablaba español, durante la semana que, más o menos, llevaba por aquellas
tierras.
La ciudad de Fianarantsoa, a la que se dirigía, había sido construida en 1830 por la reina Ranavalona I, que quería la construcción de una ciudad gemela de Antananarivo. Al igual que en la capital malgache, un palacio real se convirtió en el elemento principal, y dominaba la ciudad con toda la majestuosidad desde su gran elevación. La tradición decía que las personas en óptimas condiciones permanecían en las alturas, no lejos del palacio del Gobernador (misma filosofía que la utilizada en Antananarivo con el Rova, o palacio de la Reina), mientras que los habitantes de condiciones más modestas compartían el pie del cerro, en señal de sumisión y respeto por los mayores.
Era
también la capital del pueblo betsileo,
conocidos por su excelencia en el cultivo de arroz. Y ello se hacía presente en
los campos por los alrededores que acababa de visualizar; en particular, las muchas
terrazas existentes para su siembra, construidas, a veces, con especial
maestría.
También,
otra de las particularidades del lugar, era la línea de ferrocarril que unía
esta ciudad con Manakara, una población costera ubicada a unos 160 kilómetros
de distancia en la costa. Esta línea ferroviaria era conocida como el tren de la selva, y este mochilero
quería realizar el trayecto.
Tuvo
suerte con la visita a la Ciudad alta / Vieille
Ville (donde se situaba el palacio), un barrio de la ciudad. En éste, estaba
la catedral, otras iglesias, un antiguo mercado y una calle principal y
aledañas empedradas al estilo europeo. Y se dejaba ver la influencia francesa
en muchas de sus construcciones. Fue el primer destino de sus recorridos
matutinos.
El intento de hacer el trayecto en tren hacia Manakara se quedó en intento. Primero, porque el tren ya no llegaba a esta ciudad y sólo hacía un recorrido de unos pocos kilómetros hasta una pequeña población en la selva, y segundo, que ese sábado, por avería, el tren no saldría. De todo esto, le mantuvo al tanto una bonita joven malgache en la taquilla de los billetes. Piel suave, en apariencia; color “café con leche”; permanente sonrisa, y mirada de paraíso inalcanzable.
Adelantó el plan que tenía para el día siguiente y se fue a visitar el Parque Nacional de Ranomafana, a una hora y media de Fianarantsoa, que tenía más de 40.00 hectáreas de bosque húmedo. Recorrió el parque, vio uno de los lémures más difíciles de ver: el lémur eduardsi, y pasó una mañana estupenda paseando entre naturaleza malgache. Descansaría, luego, en la población de Ranomafana, un bonito poblado en un valle frondoso, entre montañas verdes —salpicadas de exuberantes palmas del viajero— a unos pocos kilómetros de la entrada al parque. Antes, una cena —no había comido aquel día— y una fría cerveza (THB).
Como en gran parte de Madagascar, incluida su capital, Antananarivo, la electricidad se cortaba sobre las nueve de la noche para volver con el alba. Se retiró a dormir, acompañado los primeros instantes por la luz de una vela.
Ay, amigo! Parece que te estás dando un baño malgache profundo...
ResponderEliminarYa has vuelto?
Si, si. Ya había vuelto antes de escribir el primer 'post' sobre Madagascar. Suelo escribir, en el "blog" al regresar. Otra cosa es colgar alguna cosa en el 'feisbuk-de-mierda', que lo hago desde donde esté.
EliminarYo pensé que ya sabías esto. Ayyyyyyy!!!
Veo en esta entrada, Blas, un matiz que he visto poco en otras entradas ( a lo mejor me equivoco).Te veo romántico cuando hablas de la taquillera: "...y mirada de paraíso inalcanzable".
ResponderEliminarBueno, y lo de dormirse a la luz de una vela, también tiene su aquel...
Mira que te decimos Pilar y yo que comas bien, a sus horas. Pues nada, ni caso: con poco más que una birra te sientes "despachao".
Hoy no tengo duda en la elección de una de tus fotos: me quedo con la última. Los templos (de otras ocasiones) ya sabes que no son mi fuerte. Y los lémures, rayados o no, me recuerdan cuando estudié Prehistoria. El profe logró que, una vez aprobada con dificultad la asignatura, nunca volviera a interesarme.
Abrzzsss!
Así es, querido Emilio (ji).
EliminarMe he permitido un "impulso romántico" con esa "niña taquillera". La tenías que haber visto. Rondaba los límites de maravilla de la naturaleza y hasta me hizo cambiar mi línea descriptiva (mi línea editorial) en este "post".
De vez en cuando, viene muy bien -para esos (fríos o cálidos) pasos por el mundo del V(B)iajero Insatisfecho- cambiar de registro. ¿No te parece?
Un abrazo (me he reído un rato con tu comentario).
Pues tiene mucha razón, nuestro amigo Emilio, estabas algo "romanticón" esta vez, con esa mirada de paraíso inalcanzable (me pregunto qué paraíso no podrás tú alcanzar con tu fiel compañera a la espalda...) y con ese bonito punto final a la luz de la vela... Ainssss...
ResponderEliminarPues me parece muy bien y se agradece que nos compartas todas (o casi todas) las emociones, sensaciones o sentimientos...
A mí hoy me gustan mucho todas las fotos, pero sí, especialmente también, como a Emilio, la última.
Me estaba fijando en cuentas "a" llevan algunos nombres...
Besotessss.
Sí, querida Pilar, tienen muchas "a" los nombres malgaches, empezando por el nombre del país. Y hay más: Antsiranana, Mahajanga,.....
EliminarFeliz finde, y besotes.