2 de enero de 2024

Cochabamba, la ciudad del Cristo de la Concordia


Cochabamba, desde el cerro del Cristo de la Concordia

Cochabamba se encontraba situada en el centro de Bolivia, a más de 2.500 metros sobre el nivel del mar, en un valle fértil y en medio de la cordillera de los Andes (Aquí debería añadir que cuando el viajero insatisfecho arribaba a la ciudad, la sequía redundante -y preocupante- y la aglomeración urbanística ocultaban la tan cacareada fertilidad de su valle). 

El nombre de la ciudad de Cochabamba provenía de la castellanización del término quechua “Q'ochapanpa”, nombre que recibía esta zona en época incaica. Con más de un millón de habitantes en su región metropolitana, era una de las ciudades en las que el desarrollo en los últimos años se notaba a simple vista. Poseía zonas nuevas, con nuevos edificios, infraestructuras mejoradas, parques públicos cuidados, nuevas instalaciones deportivas y, en general, mejora de muchos de los servicios básicos.

Había salido de Santa Cruz de la Sierra temprano, en uno de esos autobuses de dos pisos, tan abundantes por aquellas latitudes. El asiento aledaño estuvo vacío durante todo el trayecto, por lo que pudo estar ‘a sus anchas’.

Al margen de lo interesante que tiene la ciudad, Cochabamba se podría utilizar como lugar idóneo para la adaptación a la tremenda altura que esperaba soportar en La Paz, más de 4.000 metros, donde pensaba dirigirse. De hecho, en uno de los mercados compró la primera bolsa de hojas de coca e inició allí el aprendizaje del proceso de masticado, que tenía su peculiaridad.


Hojas de coca -Compró una bolsita de las verdes, no de las azules-

Se hospedó en la zona centro en una casa tradicional, pero muy bien adaptada como hotel sostenible. Limpio, organizado y coqueto alojamiento. Como no tenía mucho tiempo por delante ese día, una vez asentado en su habitación, decidió dar una vuelta por los alrededores. Pronto se hizo de noche y, únicamente, callejeó cerca del hotel. Ya descubriría la ciudad con más calma.

Al día siguiente comenzó el trasiego de actividad y visitas. Turismo, en lo más estricto de término. El Cristo de la Concordia sería uno de sus primeros objetivos. Tomó la avenida Heroínas que le llevaría al parque de la Autonomía donde estaba el Teleférico. Una vez en el cerro, con el imponente Cristo en lo más alto, se divisaba la ciudad a sus pies. Más extensa de lo que había imaginado. Una gran ciudad. Apoyado en la balaustrada de un mirador estudió con detalle cada uno de los barrios. A lo lejos, claro. Observó con detalle el Cristo, construido para homenajear la visita de Juan Pablo II en 1988, y no pudo menos que compararlo con el Cristo del Corcovado, en Río de Janeiro/Brasil. Según informaciones, le superaba en altura, aunque el brasileño fuera más internacional y con panorámica más espectacular.


El Cristo de la Concordia, al fondo

Una vez cumplida con la tradición de ascender al cerro, visitó varias plazas: Plaza Metropolitana 14 de septiembre (provista de unos soportales con tiendas, un parque central y la catedral de San Sebastián, del siglo XVIII), Plaza de Colón o Plaza de Sucre. Todas ellas, con fuentes, esculturas, árboles, palmeras y jardines; todas ellas, de bonita estampa y cargadas de palomas.

Para el Convento de Santa Teresa dejaría las horas de la tarde, una visita en solitario, aunque acompañado por una guía, donde se apreciaba la austera vida de estas monjas carmelitas de clausura. Enseñaban las dependencias, el claustro, la iglesia desde la parte alta y el museo. Todavía, en un edificio lateral, contaba con varias monjas, pero con reglas menos fuertes y estrictas de reclusión.

En esta ciudad, como en todas, lo más interesante era perderse callejear, mirar, entrar y salir de los sitios, fotografiar y curiosear, en general. En algún sitio se encontraría el mochilero después de haberse perdido.

Otra jornada la dedicó a visitar unos pueblos “con encanto”, según había leído en las consultas por internet: Tarata y Cliza. Y sí, tenían un sabor especial. Además, en el primero de ellos había nacido Mariano Melgarejo, uno de los presidentes de Bolivia después de la independencia. Aún se conservaba el antiguo puente que, según la tradición, era utilizado por la amante de este líder para acceder a su propiedad.


Puente de "la amante de Melgarejo", en Tarata

En la feria del libro de Cochabamba —sita en un parque a las afueras de la ciudad— a la que acudió una de las tardes, compró El Principito, en lengua aymara. En estos momentos, reposa en las estanterías de su casa, junto a otros muchos.


Copyright © By Blas F.Tomé 2024 

10 comentarios:

  1. Vaya con Cochabamba! Mira allí no fui, que eso de los cristos faraónicos no me va.
    Te ayudó la coquita? Es con lo único que podía dormir

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  2. Bueno, Blas: parece que las navidades van quedando atrás y poco a poco volvemos a la "normalidad", aunque no sé si tu primo Abel Caballero mantendrá también hoy sus dichosas luces encendidas.
    En cuanto a tu visita a Cochabamba, lo primero que me llama la atención es lo que cuentas de la sequía. Te diré que es un asunto que me está ya agobiando...
    Como sabes que los cristos y los conventos no me llaman mucho la atención, te diré que las cambio por otras dos cosas que me encantan: callejear y la feria del libro. El otro día vi en rtve un documental sobre Saint- Exupery. Te lo recomiendo.
    Un abrazo y...espero que los RRMM se hayan portado!

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    1. De este viaje, me he traído "El Principito" en varios idiomas: aymara, guaraní y cordobés (de Córdoba, Argentina). Ya tengo muchos.

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  3. En primer lugar, de nuevo, ¡Feliz 2024! Esperando, como dice Emilio,
    que los "Majos' se hayan portado... (Y de carbón nada, de nada). Me hace reír con lo de cristos y conventos... :))
    La verdad es que yo tampoco esperaba verte por esos 'andurriales' de clausuras... (je)
    También me quedo con esos callejeos saboreando rincones típicos.
    Me ha llamado mucho la atención ese puente construido en medio de una calle... No sé si será por verlo por el móvil, pero me he detenido en él varias veces (o, para la ocasión, mejor dicho, "he pasado por él"... :))
    Y curioso también, el letrero y nombre de la tienda que aparece detrás 'Choricería..." ¿O era un bar?

    Besotes.


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    1. ¡Mi PiPeDi!!: El puente "en medio de la calle" tiene su explicación: es un puente de mediados del siglo XIX, época de Melgarejo, y la orografía del terreno ha cambiado con los años, y donde había un arroyo ahora hay una calle, pero han querido conservar este 'histórico' puente de amorios, amantes y dispendio (ji). Respecto a la "choricería", es así como nombran a los sitios donde se sirve principalmente chorizo, y, allí, guisotes de cordero. Son así, los sudamericanos. Donde venden ruedas de goma, lo llaman "gomería". Donde sirven silpacho (comida típica boliviana) lo llaman "silpachería".......
      Besotes.

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  4. Gracias por la explicación, querido viajero. No entiendo dejar ese 'recuerdo histórico' (de ese detalle 'tan galante';-)) allí expuesto, como si fuese una obra arquitectónica..., pero bueno, en cada país, como en las personas, sus peculiaridades...
    Ya, lo de la 'choriceria' imaginé que chorizo habría, pero es que hasta el nombre es curioso.
    Me ha venido a la cabeza lo de la 'salchipapa'... :))) También creo que es plato típico de Sudamérica.

    Ah!, por cierto, tu segundo 'bebé' ya tiene un añito. ¡Felicidades!! Cómo pasa el tiempo...
    (Lo de ponerlo en la foto del Cristo me hizo pensar en una petición u oración que hiciste. (Je, je)

    Besotes.

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  5. Ji. Emilio, Emilio!!. Incorregible. Eres un poco bichejo. Menos mal que eso redunda en buenos ratos. En buenos ratos, sí, porque yo me he 'jartao' a reir. Un abrazo.

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  6. - "Son como niños". :))
    - Sí, totalmente. (Jejeje)
    (Whasapeando con Yo, para Mí) Ji.

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