4 de septiembre de 2011

Sin el dios Indra

En la instantánea de portada es fácil deducir que el viajero insatisfecho estuviera impresionado al ver semejante monumento. Moderno él -tiene apenas quince años de existencia- estaba ya rodeado y asfixiado por el enfermizo afán thailandés de los ‘scalextric’ en las carreteras de circunvalación, y del centro, de las grandes ciudades (ver fotografía 2).
El gigantesco Erawan Elephant era un elefante de tres cabezas que medía, desde la base hasta la parte más alta, 43 metros, ¡es decir!, lo que un edificio de 14 pisos. Y eso que, el dios Indra, que cabalga normalmente sobre Erawan, no fue agregado al conjunto.
El abdomen albergaba un templo dedicado a Buda donde no podía faltar la figura de un ‘afeminadoBuda (¡perdón, no pretende ofender!), iluminado por una tenue luz como de ‘bombilla de bajo consumo’. Allí estuvo, entre consternado e incrédulo por semejante magnificencia, este mochilero una mañana de agosto, después de sortear cantidad de obstáculos idiomáticos, lingüísticos y de barato transporte.
Enclavado dentro de un cuidado jardín de cuento de hadas thailandés, a las afueras de Bangkok, el monumento del ‘elefante de las tres cabezas’ aparecía tranquilo, recogido y reposado, a pesar del sonoro (allí, entonces, silencioso) gruñir de los vehículos de cuatro (o doce) ruedas, aquella soleada y muy calorosa mañana.
Constituyó un momento de reposo ideal para los cansados cuerpos de aquellos dos turistas/viajeros, en sus horas finales del periplo thailandés.




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