Después
del agobio de Dhaka (Daca) por la inestabilidad política, e incluso por problemas
de seguridad, a pesar de los taxistas en el aeropuerto de Jessore le advertían
de que no había trasporte público para ir a Khulna por las dificultades que
atravesaba el país, encontró tanto en Jessore como en la ciudad de previsto
destino una normalidad muy alejada de lo acontecido en la capital del país.
Podría disfrutar de la estancia en Bangladesh por esta zona, sin falsedades ni
contrariedades que fueran insalvables.
Y,
sí, viajó a Khulna en un autobús público y entre una gente que le ayudó y mostró
una gran empatía. Uno de los jóvenes pasajeros, al descender en la nueva
ciudad, ayudó al viajero insatisfecho
a encontrar un hotel que se adaptara a su presupuesto y voluntades. Y lo
encontró. Una amplia habitación, limpia, con una cama grande y una espléndida
terraza. Estar tan bien ubicado como estaba le animó a pasar unos días por
aquella zona y explotar sus posibilidades. Era una gran población que debido al
calor reinante no pateó únicamente andando, sino utilizando los rickshaw para desplazarse de un lugar a
otro. Una de las tardes, llovió con gran fuerza.
Todas
las grandes poblaciones, como estaba comprobando, tenían su gran río que las
cruzaba, pero el hecho de salir al campo y transitar por su contorno era toda
una experiencia visual. Empezó a darse cuenta en estas salidas por los
alrededores de que el país era un verdadero delta, con gran desembocadura de
ríos. Agua, por todos los lados. Agua, bordeando las carreteras; agua, en las
fincas aledañas preparadas para la plantación de arroz; agua, en otras fincas,
que eran piscifactorías; agua, en alguna de éstas, en la que se apreciaba un
manto verde que era en realidad un producto utilizado como aditivo en las
comidas. No conoce el nombre. Agua, agua y más agua.
Y
todo estaba verde: árboles, lindes, orillas de los arroyos y otras extensiones
más alejadas.
Visitó una población cercana, Bagerhat. Contrató un rickshaw, que lo acercó a varios antiguos templos diseminados por la zona. Entre ellos, la “mezquita de las sesenta cúpulas”, aunque el muecín o “rezante” en el interior, le dio una cifra más alta cuando le preguntó. Sensación de libertad surcando por todos los estrechos caminos, visitando pequeñísimas aldeas o asentamientos de únicamente tres o cuatro casas. Se palpaba la religión musulmana por todos los lados, aunque daba la sensación de que era distinta, menos estricta, quizás, que la creencia musulmana de otros países.
Otro de los días se acercó a Puerto Mongla, desde donde era más fácil entrar en la Reserva Forestal de Sundorbon, muy afamada, pero para un solitario viajero, complicada de visitar. Se dio un paseo en barco por el río, y el centro de visitantes de la reserva le decepcionó: más animales enjaulados y paseo de turista por una ridícula selva.
Uff.
Una bonita práctica ésta de conocer uno de los países más poblados del mundo, y —diría— ubicado en un verdadero estuario.
Si te digo la verdad, Blas, el horno para chapati de tu foto se parece bastante (por no decir que es idéntico) al horno para asar castañas de un puesto o quiosco que han instalado (como otros años con la llegada del otoño) frente a mi casa.
ResponderEliminarNo puedo decir lo mismo de la empatía de la gente. En eso hemos perdido. Cuando yo era un niño y llegaba un extranjero preguntando por una pensión, una patulea de chavales lo acompañábamos a su destino y, si estaban nuestros padres, lo invitaban.
De los ríos, deltas y estuarios, mejor no te digo nada, me da mucha envidia. Aunque ha llovido algún que otro día torrencialmente por aquí, la vegetación y los pantanos no terminan de recuperarse.
Un abrazo!
Hoy día no es normal que te acompañe nadie a buscar hotel y ni siquiera ya te preguntan dónde está nada con los famosos GPS...
ResponderEliminar¿A cuántas personas vemos bajar la ventanilla del coche , o por la calle, y preguntar por una dirección? Se va perdiendo todo..., así que eso que te pasó a ti, es de valorar, desde luego.
Lo de tantas cúpulas tendrá alguna explicación, me pregunto... ¿Significará algo? Me queda la duda...
Agua, agua, y más agua... (Sin Danas) Eso estoy pidiendo yo hace meses. Hasta hoy (5 de enero) ni gota, ni nieve en la sierra (que es peor). Confiemos en "Los Magos de Oriente" que traigan mucha (de la buena) y dejen todo de ese verdor que tú has visto por allí.
Besotes. ¡Feliz Año, viajero, querido Viajero!!