31 de enero de 2025

Barisal, otro obligado destino / Bangladesh


Vendedor, en su chiringuito

La siguiente etapa bangladesí sería Barisal, y sus alrededores. El viajero insatisfecho va a hacer un breve repaso de su estancia en esta ciudad ribereña. Ribereña, sí (como casi todas), en este caso, del río Kirtankhola. Paseó mucho por este enclave, entre rickshaws y atropellada circulación, peatones, peatones y peatones; entre largas filas de puestos de fruta, y entre tenderetes de venta de té, cigarrillos (los bangladesís fuman como carreteros) y chucherías.

En uno de ellos, con la disculpa de tomar un té, se sentó tranquilamente dentro del chamizo con el vendedor, y puso en funcionamiento su cámara de grabar. Simpático vendedor pues, sin entenderse, mantuvieron una comunicación fluida de gestos, miradas y palabras incompresibles. Un rato muy agradable donde las gentes se acercaban a tomar su té, a surtirse del betel masticable, a comprar los cigarrillos sueltos... Observó sus caras, en muchos casos, sus barbas blancas o rubias, de color naranja, acompañó sus miradas y fue receptivo con las sonrisas que le dedicaban cuando, sorprendidos, le encontraban dentro del pequeño habitáculo del vendedor. Le ofrecieron cigarrillos. Aceptó uno, ante las sonrisas de los dos o tres allí presentes, y se alegró con ellos de compartir momentos entrañables.

¡Son buena gente los bangladesí!


Carroza en la calle

Barisal ofrecía pocos monumentos al viajero. ¡Ni falta que hacía! Alguna antigua mezquita: tronadora de mensajes del “muecín”, edificios envejecidos por la humedad, y poco más. Ofrecía, eso sí, su vida agitada, sus alrededores teñidos de verde, sus cursos de agua y su ancho río, afluente de otro más grande que, a su vez, lo sería de otro mayor. Un auténtico jeroglífico, amalgama de ríos. Este país era un monumental estuario.


El barco que le llevaría a Dhaka

Había llegado en bus, pero abandonaría la ciudad en barco, con destino de nuevo a Dhaka. En el Ferry Ghat tomó un barco de pasajeros y, como era relativamente barato, ocupó un camarote individual en el piso superior donde pasó la noche.

Al amanecer arribaría en Dhaka.

VÍDEO


Copyright © By Blas F.Tomé 2025

2 de enero de 2025

Khulna, y alrededores / Bangladesh


Horno para el chapati, y lugar de desayuno del V(B)iajero Insatisfecho

Llegó al aeropuerto de Jessore, a media mañana, pero su intención era dirigirse a Khulna, una ciudad cercana, mejor base —según referencias— para visitar enclaves con cierto atractivo.

Después del agobio de Dhaka (Daca) por la inestabilidad política, e incluso por problemas de seguridad, a pesar de los taxistas en el aeropuerto de Jessore le advertían de que no había trasporte público para ir a Khulna por las dificultades que atravesaba el país, encontró tanto en Jessore como en la ciudad de previsto destino una normalidad muy alejada de lo acontecido en la capital del país. Podría disfrutar de la estancia en Bangladesh por esta zona, sin falsedades ni contrariedades que fueran insalvables.

Y, sí, viajó a Khulna en un autobús público y entre una gente que le ayudó y mostró una gran empatía. Uno de los jóvenes pasajeros, al descender en la nueva ciudad, ayudó al viajero insatisfecho a encontrar un hotel que se adaptara a su presupuesto y voluntades. Y lo encontró. Una amplia habitación, limpia, con una cama grande y una espléndida terraza. Estar tan bien ubicado como estaba le animó a pasar unos días por aquella zona y explotar sus posibilidades. Era una gran población que debido al calor reinante no pateó únicamente andando, sino utilizando los rickshaw para desplazarse de un lugar a otro. Una de las tardes, llovió con gran fuerza.

Todas las grandes poblaciones, como estaba comprobando, tenían su gran río que las cruzaba, pero el hecho de salir al campo y transitar por su contorno era toda una experiencia visual. Empezó a darse cuenta en estas salidas por los alrededores de que el país era un verdadero delta, con gran desembocadura de ríos. Agua, por todos los lados. Agua, bordeando las carreteras; agua, en las fincas aledañas preparadas para la plantación de arroz; agua, en otras fincas, que eran piscifactorías; agua, en alguna de éstas, en la que se apreciaba un manto verde que era en realidad un producto utilizado como aditivo en las comidas. No conoce el nombre. Agua, agua y más agua.

Y todo estaba verde: árboles, lindes, orillas de los arroyos y otras extensiones más alejadas.

Visitó una población cercana, Bagerhat. Contrató un rickshaw, que lo acercó a varios antiguos templos diseminados por la zona. Entre ellos, la “mezquita de las sesenta cúpulas”, aunque el muecín o “rezante” en el interior, le dio una cifra más alta cuando le preguntó. Sensación de libertad surcando por todos los estrechos caminos, visitando pequeñísimas aldeas o asentamientos de únicamente tres o cuatro casas. Se palpaba la religión musulmana por todos los lados, aunque daba la sensación de que era distinta, menos estricta, quizás, que la creencia musulmana de otros países.


Mezquita de las "Nueve cúpulas"

Mezquita de las "Sesenta cúpulas"

Otro de los días se acercó a Puerto Mongla, desde donde era más fácil entrar en la Reserva Forestal de Sundorbon, muy afamada, pero para un solitario viajero, complicada de visitar. Se dio un paseo en barco por el río, y el centro de visitantes de la reserva le decepcionó: más animales enjaulados y paseo de turista por una ridícula selva. 

Uff.

Una bonita práctica ésta de conocer uno de los países más poblados del mundo, y —diría— ubicado en un verdadero estuario.


Atravesando el río, al regreso a Khulna

Copyright © By Blas F.Tomé 2025