Desde cualquier parte de la ciudad se
divisaba el Cristo Rey y las grandes letras de LUBANGO, ambas en la montaña que
se elevaba a las afueras de la ciudad. Creía que el sitio merecía una visita y
en ello se empeñó contratando a uno de los motoristas que circulaban por las
calles. Había un largo camino hasta allí, pero consiguió un precio muy
razonable. Creo que le sorprendió incluso al moto-taxi que le pidiera precio
para ir hasta allí. Una carretera serpenteaba hasta subir a la parte alta de
aquella loma. Luego, un desvío llevaba, primero hasta una base militar y,
luego, al monumento.
La estatua era una versión reducida del famoso Cristo del Corcovado de Rio de Janeiro, y estaba iluminada incluso por las noches. Fue construida entre 1945 y 1950 utilizando mármol blanco brillante. El Cristo, sobre un pedestal y con los brazos abiertos, había sido restaurado hacía poco, pero aún mantenía cicatrices de guerra, aunque difícilmente apreciables. Pasó un largo rato por allí, apreciando Lubango en toda su amplitud y se acercó también a las grandes letras con el nombre de la ciudad. Como acababa de llegar a la ciudad y no quedaba mucho día por delante, con esta visita lo dio por concluido, pero al finalizar contrató al mismo motorista para que al día siguiente le llevara a las fisuras volcánicas de Tunda-Yala, lugar obligado de visita.
Cuando llegaron a la zona, mostraba la más absoluta soledad. Solamente una muchacha muila o kunene (?) merodeaba por allí a la caza de visitantes, a los que pudiera sonsacar algo de dinero, como fue el caso. Le dio unas pocas monedas, y su simpatía se abrió así para dejarse fotografiar, sin malas caras y gestos de desaprobación.
Tunda-Yala era una asombrosa garganta
recortada en las laderas de Chela. Había un mirador de hormigón al borde del
acantilado sobre un profundo barranco de unos mil metros. El lugar era
tranquilo porque la visita fue entre semana, pero, según pudo saber, los fines
de semana se llenaba de gente de Lubango que llegaba allí a disfrutar de esa
brisa de montaña, fresca, casi fría por las tardes, y de las virtudes visuales de
la zona. El sentimiento de paz y tranquilidad era engañoso pues Tunda-Yala
tenía una historia macabra. Fue un lugar en el pasado, en un pasado
relativamente reciente, donde a los criminales, desertores y rebeldes se les vendaban
los ojos y se les disparaba o se les hacía caminar hasta el borde con las
previsibles consecuencias que todos imaginarán.
Desde otro de los miradores, se apreciaba la extensión de aquel valle en todo su esplendor, con la población de Bibala, vista en miniatura desde aquella altura, al fondo de aquella vasta y verde extensión divisada.
Una vez recorridos todos los recovecos de la zona y disfrutado de la leve brisa, la vuelta fue tranquila, lenta y dichosa.
Copyright © By Blas F.Tomé 2023
Las letras gigantes de Lubango, Blas, parecen un remedo de las de Hollywood y el Cristo ya lo has dicho tú a quién trata de copiar. Y hablando del cristo: si lo que se ha tratado de reparar con la restauración son esas "heridas de guerra", más vale que las hubieran dejado para recordar a sucesivas generaciones (iba a escribir "nuevas generaciones", pero no quiero que los peperos se molesten) esa guerra.
ResponderEliminarLa garganta de Tunda-yara da vértigo. Nos hablas de su pasado macabro, precisamente hoy 18 de agosto, aniversario del asesinato de Lorca. Aquí también...
Un abrazo
Totalmente de acuerdo con vosotros, una imitación...
ResponderEliminarLa garganta impresiona, pero es una gozada verlas así, 'a vista de pájaro'... Las sensaciones son indescriptibles, como imaginarse a las personas que ponían, con los ojos vendados, al borde del precipicio...
Blas, me pregunto si estaba cerca algún poblado por donde estaba la chica de la fotografía (parece una adolescente) porque es triste imaginarse que buscase turistas... Por cierto, sus pies me han recordado a los míos el otro día, en una ruta montañera. :))
Me has hecho reír con los adjetivos de tu vuelta... Dichosos nosotros con tus viajes. Me permito ponerlo en plural.
Besotes.
EMILIO:
Gracias por recordar a Lorca.
Un abrazo.