La estupa central, Shwedagon Paya
En Yangón, ancestral capital de Myanmar/Birmania, el viajero insatisfecho estaba hospedado
en el Agga Youth Hotel. Lo recomienda encarecidamente: barato, limpio,
situado en una estrecha y tranquila calle y su personal muy amable. Hubiera
soñado para el viaje todos los ‘hoteluchos’ así. Sólo dormir allí, le insuflaba
a este mochilero un cierto aire burgués y, siendo exagerado, un rancio abolengo
de aristócrata venido a menos pero, después de todas las batallas del viaje, era
de agradecer. Al levantarse en la mañana, disfrutar de un suculento desayuno era
todo un lujo, una buena manera de suministrar al cuerpo las suficientes fuerzas
para soportar el resto del día los inconvenientes de una ciudad grande como Yangón,
atestada de gente y, en ciertos momentos, agobiante. Aunque sabiendo como
sabía, pudo disfrutar también de ratos de tranquilidad. El hotel, ubicado en 12th Street, estaba muy cerca de la
conocida ‘calle de la cerveza’, 19th Street,
otro buen y grato complemento añadido. Una estrecha calle que durante el día
aparecía tranquila pero que al caer la noche se mostraba eufórica, en pleno
jolgorio de bares y cutres restaurantes que invadían (¿con permiso?) toda la
calzada en ambos lados. ¿Qué mejor lugar para tomar una cerveza el viajero
solitario?.
Quedaba cerca del río Yangón, que visitó en uno de esos paseos sin rumbo,
aunque allí sus orillas carecían de interés. Pero 12th Street quedaba lejos del lugar más emblemático de la ciudad. Un
lugar de obligada visita.
¿Quién se atreve a sucumbir a la ciudad y no poner sus cansados pies en Shwedagon
Paya?.
Era uno de los lugares más sagrados del budismo birmano, una inmensa estupa dorada sobre una de las partes
más elevadas de la ciudad. Emblemático, también, hasta por el lugar en el que
estaba asentado. Transcribe aquí lo que decía la ‘Lonely planet’, su libro-guía: “Es un zedi
de 99 metros de altura, decorado con 27.000 kilos de pan de oro, miles de
diamantes y otras gemas, y se cree que alberga ocho cabellos de Gautama Buda,
así como reliquias de tres budas anteriores”.
En fin, un lugar de ensueño y, para los forofos de los monumentos, un
paraíso para la visual. Para este mochilero sólo un impresionante o extraño
lugar donde, como siempre, tuvo que descalzarse, abonar una copiosa entrada
para, luego, ‘ratonear’ por su interior/exterior hasta haber contemplado todo
lo apreciable.
Accedió por una de las cuatro escaleras de entrada cubiertas que conducen a
la terraza principal. Al cruzar ese primer oscuro pasadizo, uno se adentraba en
una sinfonía visual de brillo multicolor, aunque prevalecía el amarillo, con
suelo de mármol (importaba, pues ya iba descalzo) y rebosante de pabellones,
habitáculos dorados y salones de oración con imágenes de buda y dos enormes
campanas de oro fundido. En el centro de la terraza se alzaba la Shwedagon
Paya sobre una base cuadrada. En esta plataforma había otras estupas
más pequeñas, todo un aglomerado de éstas, budas, pedestales, habitáculos que….
¡cualquiera se enteraba!.
Difícil describir lo que veían los ojos de un occidental que desconocía en
gran manera la religión budista. Sentía esa sensación de que aunque pensaba que
lo había visto todo, no era así. El amarillo-pan de oro predominaba por todos
los lados y el turismo local, entregado y sincero, paseaba, oraba y se postraba
ante su Buda preferido con total ausencia de sonrojo o sofoco. La naturalidad
del birmano contraria a cualquier rubor se mostraba allí en su máxima
extensión.
Todo el largo trayecto entre su hotel y el templo lo
hizo a pie. Callejeó sin parar, mapa en mano, por grandes avenidas que
atravesaban la parte señorial de la ciudad. Altas aceras mal cuidadas, árboles
centenarios, palacetes casi abandonados, descuidados setos divisorios, y un
sinfín de pasos de caminante, fieros estos al principio pero luego más
pausados. Llegó al lugar bastante perjudicado por el cansancio pero aun así no
dejó de admirar aquella gigante estupa amarilla-pan de oro.
Poste planetario, había 12 alrededor de la estupa central
Hasta el monje se merecía un descanso y oración
Copyright © By Blas F.Tomé 2018
Hablas poco de la cerveza jajaja, Tostada, sin alcohol, fría....si no das detalles como vamos a entender la parte mística.
ResponderEliminarBueno, ya en serio se me hace corto y me faltan imágenes con mas explicaciones, claro. Lo del hotel es un buen detalle, porque tu información es mas fiable. Y ya veo que describir esos templos es....imposible en un post. Gracias Viajero
Un lugar mítico al que nos acercas con tu realismo andarín de una forma que se agradece y se disfruta.
ResponderEliminarYo hubiera hecho lo mismo, Blas: callejear sin para hasta llegar al templo y volver al hotel. A veces, el camino puede ser más interesante que el destino...por muchas toneladas de pan de oro y por muchos diamantes que lo adornen.
ResponderEliminarEn cuanto al hotel, lo podrías haber recomendado antes: ya te dije que mi sobrina estaba por aquellos lares. Ahora ya está de vuelta. Tal vez para su próximo viaje...
No me cabe duda de que es impresionante el lugar. Y sí, estoy contigo, para los forofos de los monumentos, debe ser un paraíso visual. Yo prefiero los campos de lavanda...
ResponderEliminarPor cierto, viajero, ¿tú estabas seguro que el de la última foto era 'un monje de verdad'? Mira que he mirado veces la foto y más bien parece 'un político disfrazado' :)))
Me quedo meditando...
Besossss
Lo del hostel lo tendré en cuenta por si alguna vez piso Yangón. Y lo del Shwedagon Paya y estupas recubiertas de pan de oro tambíen, pero lo de la cerveza que te tomaste al caer la noche no tiene rival. No por la cerveza en sí, aqui tambien las tenemos. Pero un buena cerveza viajera tras un dia callejoenando, es una cerveza viajera!
ResponderEliminarSaludos