6 de enero de 2011

El istmo de Panamá


Yo tomé el istmo, comencé el canal y luego dejé que el Congreso debatiera, no sobre el canal sino sobre mí” (Theodore Roosevelt, Presidente de Estados Unidos).
¡Válgame dios!. Tamaña prepotencia sólo fue posible gracias a la capacidad ‘pisoteadora’ de un pueblo -y sus líderes- que siempre se dijo demócrata pero que, en realidad, practicó a diestra y siniestra un deleznable imperialismo.
Panamá fue, y es, el típico ejemplo de cómo se puede construir un país (anteriormente era una provincia colombiana) desde los despachos de una camarilla de políticos depravados y, otra más, de abogados insolentes y avariciosos. Después de robar el territorio a Colombia -provocado en parte por los tejemanejes del presidente colombiano Marroquín- contando con la traición de un, sin duda, resentido general colombiano (General Esteban Huertas), comenzaba o, mejor, continuaba el cabildeo en el Congreso de Estados Unidos para la compra de voluntades. Y si en todo aquel despropósito hubo un ‘perro-traidor’ sin parangón ese fue el francés Philippe Bunau-Varilla (*).
Se declaraba la independencia de Panamá (1903), tras una mini-revolución incruenta.
Se ponía el dinero en la mesa y se comenzaba a construir el canal interoceánico (en principio previsto por los estadounidenses por la ruta Nicaragua) después de haber fracasado en esta región colombiana un anterior intento francés del ingeniero De Lesseps, constructor del canal de Suez.
¡En marcha el atropello!.
[En esta entrada se critican las formas y resultados políticos no tanto los técnicos].
¡En marcha el viaje! ¿Alguna sugerencia?.
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(*) Fuente: Díaz Espino, Ovidio. El país creado por Wall Street. Ediciones Destino. Barcelona, 2004.


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