6 de junio de 2025

Ambanja y, más al norte, Ankarana / Madagascar


Puente destruido sobre el río Ifasy. Cruzando el río en barca.

Sabía, porque recordaba del anterior viaje a Madagascar (hacía unos 30 años), que la distancia entre Mahajanga —donde estaba— y Ambanja sería larga. Le esperaba otra noche completa de insufrible minibús, pero parecía que era la solución más acertada. Las poblaciones de paso entre estas dos ciudades, no tenían nada interesante. Aunque Ambanja tampoco, pero era quizás un buen sitio para hacer un alto en el camino, descansar y luego continuar viaje más al norte.

Llegó a Ambanja a primera hora de la tarde, después de la incómoda noche en el bus. Buen momento para buscar hotel donde pasar la noche, pero… ¿qué hotel? No sabía, y pidió de nuevo ayuda a un rickshaw que, por cierto, consiguió con verdadera dificultad. No había muchos por los alrededores pues el minibús les había dejado fuera de la terminal de buses, en una calle apartada donde debía descargar gran parte del material que llevaba en el techo: en la baca, siempre cargada hasta los topes. Debió de encontrar el richshaw menos espabilado de la ciudad, pues después de las indicaciones sobre las características mínimas del sitio, le llevó a un hotel destartalado, rayando los bajos fondos. El segundo tampoco tenía las condiciones mínimas de habitabilidad, y no sería hasta el tercer intento cuando vio algo aceptable, aunque realmente apartado del ambiente céntrico de la ciudad. Pensó que este meollo no existía, pero luego de tomar posesión de la habitación y darse una refrescante ducha, descubrió que sí había un centro muy movido y ambientado de gente, muy cerca de la terminal de transportes, donde, en territorio africano, suele haber siempre atmósfera de mercadeo y movimiento.

No le preocupaba mucho recorrer la ciudad pues sabía que, después de visitar el norte extremo del país, volvería otra vez a Ambanja.

Para tomar el primer refrigerio del día, hizo un almuerzo tardío —sobre las cinco de la tarde— en el hotel Palma Nova, y le vinieron a la memoria sus años de estancias mallorquinas en la playa del mismo nombre. Allí conocería a un personaje-guía que, al día siguiente, le ayudaría a llegar a la entrada de la Reserva Especial de Ankarana, para posteriormente ejercer de guía durante el recorrido.

¡Pero vaya trayecto hasta allí!

Emplearon gran parte del día siguiente en una distancia no excesivamente larga, entre Ambanja y Ankarana.

En este trayecto para llegar a la entrada de la Reserva, dos grandes puentes sobre dos ríos habían sido derrumbados por pasadas inundaciones (¡en la carretera nacional norte-sur, RN-6!), hacía ya unos años, y era necesario atravesar su cauce en pequeñas barcas. Por clarificar movimientos: el primer minibús local les llevaría —recuerde el lector que va con otro personaje— hasta la orilla del primer río, estación final para el vehículo. Allí, lo atravesarían en una pequeña barca y tomarían otro minibús hasta el siguiente río, cuyo puente también había desaparecido y, de nuevo, otra barca para cruzarlo. Del otro lado, les esperaría un nuevo minibús local para continuar trayecto hasta la puerta de la Reserva Especial de Ankarana.


Entrada a la Reserva Especial de Ankarana

Tsingy, en la Reserva Especial de Ankarana

Puente colgante sobre los tsingy

Esta Reserva era conocida por los tsingy: unas formaciones rocosas muy especiales y de espectaculares aristas, formadas por las aguas subterráneas que habían ido socavando las tierras altas y habían creado cavernas y fisuras en la piedra. Componían sin duda un paisaje muy original y tremendamente peligroso para los normales movimientos humanos. Estas zonas poseían gran cantidad de fauna: reptiles; anfibios, en las aguas subterráneas; lémures; murciélagos y hasta una gran variedad de caracoles. Por supuesto, abundante y variada flora.

La expedición duró una larga jornada. El viajero insatisfecho —aunque satisfecho y tranquilo— llegó de regreso, al campamento base a la entrada de la Reserva, agotado.


Lémur corona, en los tsingy

Copyright © By Blas F.Tomé 2025

2 comentarios:

  1. Tienes más paciencia que el santo Job, Blas. Nada más que de leer los "trasbordos" que has tenido que hacer para llegar a Ankarana ya me dan ganas de descansar un rato (por no hablar del espabile de tu guía).
    El Tsingy me resulta curioso, pero si te digo la verdad cuando el profe nos llevaba de excursión a ver "rocas", siempre me quedaba atrás...
    Ahora que, la foto del puente colgante, te ha quedado muy bien.
    Abrzss!

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  2. Todo ese transbordeo me recuerda mi reciente viajecito del aeropuerto de Praga al "hotel" que había reservado en la ciudad...
    Para empezar busito a la parada final (30'), luego metro, más luego
    otro metro, después un tranvía, y, en el cruce de raíles echar cuesta abajo que yo les espero en la puerta que a estas horas por aquí no pasa nadie...dios!!!

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