Cuando
llegó después de este trayecto inútil, le mostraron un autobús que salía en ese
preciso momento hacía Pakse. Sin pensarlo lo tomó. Tenía
una parada en Savannakhet pero, como ha dicho anteriormente, los trayectos y
los instantes tienen vida propia, no son rígidos, y decidió continuar. Tenía
dudas sobre el interés de esta población intermedia.
El
trayecto hacia Pakse era largo. Sabía que tendría que pasar noche en el
autobús, pero la decisión estaba tomada.
Amanecía
en Pakse
cuando el autobús entraba en la estación. El sol levantaba su pesado cuerpo
luminoso por el horizonte y con sus rayos despertaba a las gentes del entorno. Un
grupo de monjes budistas recogía, entonces, las ofrendas matinales entre los pocos
creyentes que había por los alrededores de la parada de bus. Una imagen típica,
pero no por eso menos sobrecogedora e interesante. La religiosidad y la
devoción sobrevolaban el acto. El cuadro que presenciaba era el siguiente: una
joven reverenciaba a los monjes en silencio y entregaba la ofrenda con sumisión
y fervor; éstos, con movimientos suaves y un paso lento, recibían uno a uno la
donación en el cuenco que llevaban colgado del hombro.
El
tímido frescor de la mañana recién nacida lo envolvía todo. Los aromas de la
naturaleza mezclados con los olores de la ciudad -despertaba entonces- agradaban
las sensaciones y el espíritu del recién llegado. La población de Pakse
se asentaba a orillas del río Mekong y a los dos lados de un afluente, que
desembocaba, justo allí, en él. A primeras horas ya era una ciudad activa,
luego con el paso de las horas, sería una ciudad tremendamente vital.
Siguiendo
las sugerencias del libro-guía tomó una guesthouse
de cierta calidad, pero de precio asequible, como suele ser habitual. Los
turistas y mochileros que había en la localidad -supuso- estaban concentrados
en aquella zona. Callejeó ese día por los aledaños cercanos y paseó por la
orilla del río Mekong que allí se presentaba ancho y caudaloso.
Al día siguiente, alquilaría una motocicleta para visitar los alrededores. Un intenso día de circulación, aunque reposado y relajante. La libertad de sentir el aire templado de la zona a la velocidad que los pocos caballos del motor le permitían era todo un privilegio. A ratos, las nubes amenazaban con descargar sobre el nuevo motorista, pero se libró siempre de ello.
Visitó dos espectaculares cataratas a unos cuarenta kilómetros de Pakse: Tad Fane y Tad Yuang, muy cerca la una de la otra. ¡Qué belleza natural la de ambas cataratas, en especial, la de Tad Fane con sus dos bocas naturales y un salto de agua de 120 metros! Disfrutó del camino, de muchas escenas rurales, de los niños que gritaban al paso de la moto, de negocios artesanales a orillas de la carretera y, en general, de la vida laosiana.
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Ay amigo Tigre! Su Merce ya se lanzó moto en ristre...
ResponderEliminarMas interesante, sin duda, que ir de paquete con los trapaceros guías.
Esas cataratas me han seducido. Se las recomendaré a un amigo que sale estos días para el sur de Laos. Tú si que sabes controlar el destino.
Estoy de acuerdo (desde mi pequeña experiencia) en lo que dices sobre los viajes al comienzo de tu escrito: por muy planificado que lleves hasta el último detalle, luego todo puede salir de otra manera, unas veces para bien y otras...
ResponderEliminarSi me dieras a elegir entre Tad Fane y Tad Yuang me crearías un serio problema. Tal vez em quedaría con Tad Fane por su estilizado salto de agua. Tal vez con Tad Yuang por su abundante caudal.
Un abrazo
Lo bueno de ir sin prisas, es dejarse llevar y que los caminos (cambios de rumbo, dirección o sentido) nos sorprendan ...
ResponderEliminarEn tu caso bien mereció la pena pasarse de parada para descubrir esas magnificas cataratas que no estaban planificadas en tu 'cuaderno de ruta'.
Las dos me parecen espectaculares junto a esa vegetación que las rodea. Vamos, lo que se suele decir, una delicia para los sentidos.
Con la sensación de libertad que se tiene que sentir al ir en la moto, por ese tipo de paisajes, al encuentro de lo que se presente...
Bueno, tú ya eres un experto en estos 'apariciones naturales' aunque imagino que no es lo mismo ir conduciendo uno mismo.
Espero que no sólo las hicieses fotos. El sonido del agua también tuvo que ser espectacular.
Besotes.