
Zona de manglares en la isla Sainte Marie
Estando
en Tamatave/Toamasina, al este del país malgache, no debería perderse la isla
Sainte Marie (Nosy Boraha), al norte de esta gran población. Este
enclave tenía fama de centro turístico, lo que así, de entrada, no apetecía
mucho. Al final, pensó que mucho turismo en Madagascar era hablar de unos pocos
extranjeros de estancia o visita. La isla no distaba muchos kilómetros de
Tamatave, pero tenía la seguridad de que serían duros. Se había informado de que
un barco/ferry salía todos los días desde Mohambo, a unos 90 kilómetros al
norte, y hasta allí se acercó. Más de tres horas de trayecto en los habituales
minibuses (matatus, se llaman en
algunos países africanos). Durmió esa noche en un bungaló —muy básico— en la
playa de Mohambo, justo enfrente de donde saldría el ferry a la isla. Cenó una
langosta —era bastante barato— y se dejó acribillar por los mosquitos (el Relec, no siempre cumplía su función),
pero hacía una noche tan agradable que apetecía disfrutarla oyendo las suaves
olas.
El
ferry partió con puntualidad africana (dos horas después de lo previsto).
Fueron tres o cuatro horas de navegación —no recuerda— con el océano Índico en
calma, al menos en aquel trayecto. Desembarcaron en la población de
Ambodifototra, la más importante de la isla, donde encontró un hotel asequible
a su presupuesto.

Antiguo faro, al norte de Ambodifototra, en la isla Sainte Marie
Una
isla donde se mezclaba la realidad actual, atractiva para turistas y viajeros,
y la historia, llena de leyendas sobre los piratas que la tomaron como base de
expediciones y control de los mares, de ahí su cementerio pirata y la población
mestiza que desfilaba por sus calles.
A
finales del siglo XVII los piratas ocuparon la zona. Encontraron allí parte de los
elementos que necesitaban para cubrir sus necesidades: madera para sus barcos; agua
dulce; una bahía tranquila y protegida de las grandes olas, y un lugar ideal
para contralar el tráfico de barcos entre Europa y el Extremo Oriente.
No
permaneció nada más que tres días en la isla, pero con los pocos trayectos
realizados percibió el ambiente. Había atmósfera vacacional —no como en
Benalmádena o Gandía—; muchos hotelitos con bungalós de madera; bonitas y
pequeñas playas, y cierto número de extranjeros que disfrutaban de su
tranquilidad.
Y
el viajero insatisfecho también
disfrutó. Paseó sin rumbo, observó y observó, y visitó el famoso cementerio de
piratas. Lo haría en solitario, después de transitar por una senda, salpicada
de pequeñas viviendas de familias locales, cerca de un kilómetro, lo que
hablaba del escaso turismo existente. Desde el cementerio, situado en un morro,
en un saliente a orillas de la bahía, se observaban unas bonitas vistas, envueltas
de un paisaje verde y arbolado. Unas lápidas, sin nombres visibles y
desperdigadas, señalaban las tumbas, repartidas por aquel terreno. La
naturaleza y sus elementos (lluvias, vientos, tempestades,…) las habían dejado
en esas condiciones, que hablaban, también, de lo antiguo de sus inhumaciones.

Cementerio de piratas
Y
hablando de piratas, no podía faltar el hotel que llevase el nombre de la
nación ambicionada por los famosos piratas Misson y Caraccioli: Libertalia.
………………………..
Sobre esta nación, se hablaba ya en
el libro En busca de “otra” Marlene
Dietrich, de Blas Fernández Tomé:
“La constitución de esta comunidad/república
bautizada Libertalia era ya un hecho. No sólo reconocía la igualdad entre los
hombres, instauraba la elección democrática de los representantes y proclamaba
la abolición de la esclavitud, sino que defendía, además, el derecho natural a
la repartición de las tierras en función de las necesidades vitales”.
………………………..
A
este hotel, con preciosos bungalós a orillas de una pequeña playa —casi la
tocaban—, entró a curiosear, y tomó una THB
fresquita.
Para moverse por la
isla, el mejor transporte eran los rickshaws
motorizados amarillos, muy generalizados allí y en muchas otras ciudades de
Madagascar.
No en todas.
Mujer malgache, en la ruta hacia el cementerio de piratasCopyright © By Blas F.Tomé 2025