Hasta aquí, lo no visitado.
Si
paseó por el centro de Puerto Plata, que ofrecía casas coloniales, en el casco
viejo, y el parque de la Independencia o parque Central, donde se ubicaba, en
uno de los lados, la catedral de San Felipe Apóstol y, en el centro, su bonito templete.
Este parque servía como punto de encuentro cultural y lugar para eventos para
locales. Una de las noches, hubo una concurrida actuación musical, con tintes
de pop-rock, no recuerda el nombre del grupo musical.
Además, en el centro histórico, estaba la turística calle de los paraguas y calle rosa, que parecían expresamente decoradas para recibir a turistas de los muchos cruceros que allí atracaban. Durante los tres días que permaneció en la ciudad, al menos, en dos de ellos, estacionaron sendos gigantescos cruceros. Había, también, al rebufo del “turismo cruceril”, varias fábricas de puros (tabaco) dominicanos, cuyas exhibiciones de fabricación artesana cumplían la misión de venta del producto (a precios realmente, desproporcionados).
Una calurosa mañana visitó también la fortaleza San Felipe, antigua construcción de la época de dominación española, que durante largos periodos posteriores fue también prisión.
Especialmente, en esta ciudad, notó la presión turística de los cruceros, que impone normas falsas de vida a sus habitantes y estereotipos de costumbres nada reconocidas o relevantes.