10 de marzo de 2023

Pakse, ciudad al sur de Laos


Ofrenda matinal

Siempre ha pensado que los viajes, los trayectos y los instantes no son algo rígido y sometido, y sí, elementos con vida propia. No siempre se atienen a previsiones o programas y cambian, como éste, en este caso. En la salida de Phonsavan hacia nuevo destino, el pensamiento del viajero insatisfecho era encontrar un transporte hasta una ciudad (no recuerda su nombre) que servía de punto de enlace para, luego, tomar rumbo sur, hacia la ciudad de Savannakhet. Lo encontró y se montó, pero mientras circulaban el conductor no le avisó de la parada en esta ciudad y el vehículo continuó su trayecto hacia su destino final, Vientián. A mitad de la ruta, al enterarse, tuvo que tomar otro autobús de vuelta a la citada ciudad que había quedado atrás.

Cuando llegó después de este trayecto inútil, le mostraron un autobús que salía en ese preciso momento hacía Pakse. Sin pensarlo lo tomó. Tenía una parada en Savannakhet pero, como ha dicho anteriormente, los trayectos y los instantes tienen vida propia, no son rígidos, y decidió continuar. Tenía dudas sobre el interés de esta población intermedia.

El trayecto hacia Pakse era largo. Sabía que tendría que pasar noche en el autobús, pero la decisión estaba tomada.

Amanecía en Pakse cuando el autobús entraba en la estación. El sol levantaba su pesado cuerpo luminoso por el horizonte y con sus rayos despertaba a las gentes del entorno. Un grupo de monjes budistas recogía, entonces, las ofrendas matinales entre los pocos creyentes que había por los alrededores de la parada de bus. Una imagen típica, pero no por eso menos sobrecogedora e interesante. La religiosidad y la devoción sobrevolaban el acto. El cuadro que presenciaba era el siguiente: una joven reverenciaba a los monjes en silencio y entregaba la ofrenda con sumisión y fervor; éstos, con movimientos suaves y un paso lento, recibían uno a uno la donación en el cuenco que llevaban colgado del hombro.

El tímido frescor de la mañana recién nacida lo envolvía todo. Los aromas de la naturaleza mezclados con los olores de la ciudad -despertaba entonces- agradaban las sensaciones y el espíritu del recién llegado. La población de Pakse se asentaba a orillas del río Mekong y a los dos lados de un afluente, que desembocaba, justo allí, en él. A primeras horas ya era una ciudad activa, luego con el paso de las horas, sería una ciudad tremendamente vital.


Motocicleta alquilada

Siguiendo las sugerencias del libro-guía tomó una guesthouse de cierta calidad, pero de precio asequible, como suele ser habitual. Los turistas y mochileros que había en la localidad -supuso- estaban concentrados en aquella zona. Callejeó ese día por los aledaños cercanos y paseó por la orilla del río Mekong que allí se presentaba ancho y caudaloso.

Al día siguiente, alquilaría una motocicleta para visitar los alrededores. Un intenso día de circulación, aunque reposado y relajante. La libertad de sentir el aire templado de la zona a la velocidad que los pocos caballos del motor le permitían era todo un privilegio. A ratos, las nubes amenazaban con descargar sobre el nuevo motorista, pero se libró siempre de ello.

Visitó dos espectaculares cataratas a unos cuarenta kilómetros de Pakse: Tad Fane y Tad Yuang, muy cerca la una de la otra. ¡Qué belleza natural la de ambas cataratas, en especial, la de Tad Fane con sus dos bocas naturales y un salto de agua de 120 metros! Disfrutó del camino, de muchas escenas rurales, de los niños que gritaban al paso de la moto, de negocios artesanales a orillas de la carretera y, en general, de la vida laosiana.


Catarata Tad Fane


Catarata Tad Yuang


 Copyright © By Blas F.Tomé 2023

3 comentarios:

  1. Ay amigo Tigre! Su Merce ya se lanzó moto en ristre...
    Mas interesante, sin duda, que ir de paquete con los trapaceros guías.
    Esas cataratas me han seducido. Se las recomendaré a un amigo que sale estos días para el sur de Laos. Tú si que sabes controlar el destino.

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  2. Estoy de acuerdo (desde mi pequeña experiencia) en lo que dices sobre los viajes al comienzo de tu escrito: por muy planificado que lleves hasta el último detalle, luego todo puede salir de otra manera, unas veces para bien y otras...
    Si me dieras a elegir entre Tad Fane y Tad Yuang me crearías un serio problema. Tal vez em quedaría con Tad Fane por su estilizado salto de agua. Tal vez con Tad Yuang por su abundante caudal.
    Un abrazo

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  3. Lo bueno de ir sin prisas, es dejarse llevar y que los caminos (cambios de rumbo, dirección o sentido) nos sorprendan ...
    En tu caso bien mereció la pena pasarse de parada para descubrir esas magnificas cataratas que no estaban planificadas en tu 'cuaderno de ruta'.

    Las dos me parecen espectaculares junto a esa vegetación que las rodea. Vamos, lo que se suele decir, una delicia para los sentidos.
    Con la sensación de libertad que se tiene que sentir al ir en la moto, por ese tipo de paisajes, al encuentro de lo que se presente...
    Bueno, tú ya eres un experto en estos 'apariciones naturales' aunque imagino que no es lo mismo ir conduciendo uno mismo.

    Espero que no sólo las hicieses fotos. El sonido del agua también tuvo que ser espectacular.

    Besotes.

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