31 de enero de 2017

Los orangutanes de Bukit Lawang


Orangutan, en Bukit Lawang

No estaba previsto de antemano pero el devenir de los acontecimientos le había llevado a contratar en Medan, la ciudad más grande al norte de la isla de Sumatra, una especie de tour para visitar los orangutanes en las selvas de Bukit Lawang, que incluía una noche durmiendo en la jungla. Y esa noche, por cuestiones de programación del viaje, sería nochevieja. Para el viajero insatisfecho no era una noche especial, era una noche más. Con ese proyecto, y lo hablado con la agente que le había ofrecido el paquete, descendió del coche en la población de Bukit Lawang. El guía local al que había sido derivado se le presentó con cara negociadora: “la nochevieja es una noche de celebración”. Quería pasarla con su familia. Sugirió esperar para ver qué opinaba el resto de la posible clientela, si es que la había. Esa noche del 30 de diciembre el viajero se fue a la cama sabiendo que al día siguiente comenzaría la aventura selvática llena de novedades y misterio. Madrugó como estaba previsto, desayunó como era necesario y esperó como era de suponer: los indonesios no eran conocidos por su puntualidad. El guía se presentó una vez finalizado el café y, de nuevo, con ganas de negociar aunque -diría- más bien con necesidad de imponer. No había más clientela para pasar la nochevieja en la selva.
Le miró en principio al muchacho con intención de presionar pero en una ágil batida mental, rápido encontró sensatos sus razonamientos. ¿Qué haría él en la selva durmiendo al más puro estilo de vagabundo sin techo con un guía para él solo y sin posibilidades de socializar con otra gente?. Aburrido ¿no?. Como lo contratado eran dos días, el guía le ofreció como alternativa dos excursiones mañaneras y tardes de relax en el pequeño poblado repleto ya -debido a las señaladas fechas- de turistas locales.
Aceptó, sin más exigencias.

Bukit Lawang

La población de Bukit Lawang se asentaba a lo largo del río. Como pueblo turístico, estaba lleno de guest-house, hoteles y pensiones para dormir, pero aquellos días era complicado encontrar una habitación pues los indonesios tenían a aquella población como lugar de descanso. Y era fin de año. El río estaba bordeado de sombrillas artesanas, techumbres de paja y lugares en la orilla para el recreo y el baño, muy típico también en otras zonas orientales. La calle que bordeaba al río, atestada de tienduchas, tenderetes, baratijas y chiringuitos. Por la tarde, a determinadas horas, era casi imposible caminar. Pero, sin duda, tenía mucho calor humano el lugar.
La cercana selva se componía de árboles jóvenes, arbustos, palmeras y helechos. Si bien en Indonesia abundaban los bosques de pantano, en aquellas tierras altas donde se encontraba se desarrollaba un bosque montano, donde la mayoría de los árboles tenían gran altura y sus hojas eran más pequeñas y carnosas. Aquellos suelos eran ricos en musgos, helechos, orquídeas y líquenes. La humedad de la niebla les daba soporte.
La primera mañana fue -ya se lo esperaba- dura. Las veredas de la selva no siempre eran cómodas, más bien todo lo contrario, llenas de pendientes y barrancos; rocas, raíces y resbalones. Pero de eso se trataba. Bueno, de eso y de divisar orangutanes que, por cierto, tardaron en aparecer. Orangutanes semi-salvajes, acostumbrados a la presencia humana pero, eso sí, en un marco natural que no ofrecía dudas. Una tierna pero madura madre, con su asustadizo bebé, descendió de la copa de los árboles de gran altura, animada por la oferta de bananas y las llamadas que el guía le hizo. Sus movimientos, a veces rápidos y otras lentos, su mirada y su reposada tranquilidad semejaban, sin duda, lo que su nombre en indonesio indicaba (orang hutan=gente de la selva).


Orangután

Orangután

Fue un momento de mucha observación, fotos, sonrisas, comentarios en bajo para tratar de que el bebé orangután se acercara. Fue inútil. El mochilero observaba sus movimientos -humanos, diría- y le chocaban, en especial, algunos. Sorprendente que en aquellas selvas un animal tan parecido al hombre se acercara a recibir su regalo. No era muy ético el acto de alimentarlos pues estaba si no prohibido si desaconsejado, pero….
El segundo día, por otra zona, repitió la excursión.
También exitosa.


V(B)iajero Insatisfecho y orangután

[VÍDEO]


Copyright © By Blas F.Tomé 2017

4 comentarios:

  1. Mejor hacer el cambio de año entre orangutanes que entre algunos humanos. Muy interesante.

    Gracias y saludos.

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  2. Este es un post del senor VI! Siiiiiiiiiiiii. Me encanta el estilo.
    Buena idea la de negociar con el guia, de todas las maneras creo que hubiera sido una pesadilla mantenerte en tus trece. Lo mismo te pierde y se escapa a lelebrar con sus amigos en el pueblo.
    Cierto que debe ser impresionante, con esos ojos escrutadores, y, como bien dices "movimientos casi/humanos".
    Ah! Y no me hables de raices y resbalones y chapoteos en la niebla...
    Besos

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  3. Vaya! Aquí no se puede uno retrasar para hacer un comentario. En cuanto te descuidas, ZAS! viene Igoa y te lo pisa :)
    Lo digo porque después de leer tu escrito iba a comentar lo que se refiere a la negociación con el guía, pero...
    Bueno Blas, me alegro de que la excursión fuera un éxito.
    Un abrazo: emilio

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  4. Yo también hubiera negociado. Frustrar al guia y su familia no creo que fuera buena idea. Y sobre todo en plena jungla el guía es el billete de vuelta, si te pierdes te la juegas.
    Me ha encantado el paseo y aunque los orangutanes no me sean especialmente atractivos, la jungla y sus misterios me ponen una barbaridad.

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