2 de diciembre de 2016

Choluteca, como punto de partida

Graffiti publicitario en Amapala

Nada más entrar en Honduras, procedente de Nicaragua, el viajero insatisfecho se hospedó en Choluteca, o Villa de Jerez de la Frontera de mis Reales Tamarindos de Choluteca, una ciudad muy cercana al Pacífico y al golfo de Fonseca.
Desde la frontera con Nicaragua viajaba en un minibus con dos cholutecanos, padre e hijo, que le contaron anécdotas sobre la ciudad y sobre un español que había construido una urbanización para los más necesitados de la zona, sitio que aún se mantenía en pie y donde perduraba también el prestigio popular del personaje. Siente, en esta ocasión, no poder dar el nombre del mecenas pues, aunque se lo dijeron, su memoria ‘hace aguas’. Le hablaron del paso del huracán Mitch que había afectado, y mucho, a la ciudad y alrededores, incluso le señalaron las zonas más afectadas que mantenían aún alguna casa medio derruida. Los cultivos de camarones quedaron destrozados -en parte ya recuperados- y barrios enteros se removieron bajo un aluvión de lodo.
Manglares, camino de la isla del Tigre

Pero nada especial que ver en Choluteca. Durmió como un lirón en uno de sus hoteles más emblemáticos aunque, por supuesto, de precio 'baratón', y se lanzó a visitar los alrededores a golpe de autobús. Protagonistas de aquella área: la gran cantidad de manglares que eran el hogar o criadero de numerosas aves y demás bichejos. El autobús que le llevaba a la isla del Tigre donde se dirigía, dejándose llevar por las sugerencias del amigo Adalid, conserje del hotel, atravesaba cerca de varias lagunas cuadriculares para el cultivo del camarón y numerosas zonas de manglares. Para arribar a dicha isla era necesario abordar, en el puerto de Coyolito, una de las muchas lanchas rápidas que a modo de transporte público llevaban a las gentes a la isla y, en concreto, a la pequeña ciudad de Amapala, en la base del volcán del mismo nombre.
Amapala tuvo su momento de gloria y apogeo a finales del siglo XIX y primeros del XX y de ello quedaban vestigios como las antiguas casas de madera en las que vivían los grandes capitanes de barcos, marinos y otros personajes de renombre o, al menos, así se lo trasmitió aquel individuo que le abordó en medio de la calle cuando de manera pausada visitaba la zona. Alemanes y franceses llegaron a vivir atraídos por el comercio y hasta se dice que en algún momento pernoctó en la isla el afamado Albert Einstein. Viviera o no viviera allí el famoso científico, el lugar mantenía ese aire trasnochado de tiempos mejores.
Pasó parte del día perdiendo el tiempo por allí y regresó, mediada la tarde, por los mismos medios a la Choluteca que había abandonado a primera hora de la mañana.
 Casas de madera de los marinos, en Amapala
Placa, en una de las casas


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2 comentarios:

  1. Oye, ya te comente en tu FB..
    Madre mia! Esto es un no parar...
    Besos

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  2. Me ha encantado perder el tiempo contigo partiendo desde "Villa de Jerez de la Frontera de mis Reales Tamarindos de Choluteca", un nombre inolvidable que además se convierte en puerta de manglares, lugares que ya sabes que tienen un atractivo especial para mi.

    Gracias y saludos.

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