9 de febrero de 2016

El lago Turkana no era un lago más

Momento de la llegada al lago Turkana

¿Por qué tenía ganas de visitar el lago Turkana?. Porque es un lago mítico en la secuencia exploratoria africana. Sabía que no tendría ante sus ojos grandes paisajes, todo lo contrario, pero la mente viajera a veces va por veredas que nada tienen que ver con la búsqueda de un sorprendente espectáculo natural. El trayecto desde Nairobi hasta Lodwar, capital de aquella región Turkana, era largo, complicado e, incluso, incómodo. Los kilómetros y kilómetros que era necesario recorrer se convertían, por momentos, en un verdadero suplicio. Las condiciones del asfalto no eran nada buenas y durante muchos kilómetros, donde el abandono estatal era más que evidente, este asfalto había desaparecido. Perfecto, o casi, el primer tramo hasta Kitale, una simpática ciudad tranquila aunque nadie piense que carecía del bullicio africano. Desde allí un autobús se lanzaba hacia Lodwar como si fuera una batidora ambulante. Gran parte de la carretera malísima. El paisaje iba poco a poco pasando a semidesierto, salpicado de aquellos arbustos llenos de espinas como de acacias malcriadas. Llegado un momento, apareció la noche y casi se agradeció. El polvo y la arena se adueñaban del camino, y al llegar a Lodwar a medianoche, el polvo estático en el aire asfixiaba los pulmones.


Mujeres 'turkanas' sentadas a la orilla del camino

Desde esta ciudad hasta el pueblo Kalokol, ribereño del lago, fue necesario que el mochilero alquilara una moto. El servicio regular de ‘matatus’ estaba sujeto a la usual arbitrariedad africana, y no era muy fiable. Eran 60 o 70 kilómetros por una carretera, ya sin asfalto, repleta de baches que el motero trataba de superar con un poco de paciencia y un mucho de pericia. Fueron más de dos horas de trayecto donde se cruzaron con rebaños de camellos, y camellos solitarios, con rebaños de cabras, y cabras esquivas que balaban como desesperadas al paisaje de arena y espinas que todo lo rodeaba. Pero, sobre todo, se cruzaron con varios poblados ‘turkanas’, humildes, rodeados de la nada, sin agua, sin comida, o algo que se pareciera, sin un utensilio en el interior de sus humildes chozas. Cabañas que desprendían pobreza y miseria. Se acercó a una de ellas y vio muy cerca el vacío, la nada y la más absoluta penuria. “Es como quieren vivir”, le dijo el guía-motero. No le creyó.


Cabaña 'turkana'

La ruta continuaba monótona, con aquel sol silencioso y dañino para la blanca piel del viajero insatisfecho. Nuevos rebaños de cabras, un joven ‘turkana’ en bicicleta se aproximaba de frente por la carretera llena de socavones y varias mujeres ‘turkanas’ sentadas aparecían a la orilla del camino, bajo un árbol semiseco saturado de espinas.
Atravesaron, sin detenerse, a su ritmo motero el pueblo de Kalokol y continuaron dos o tres kilómetros más hasta la misma orilla del lago. Ningún paisaje especial a la vista, pero un grito atronador de alegría descolocó a aquellas mujeres ‘turkanas’ que, apoyadas en un pequeño bote pesquero, charlaban en la orilla. El sueño de ver el lago Turkana, cumplido. Es el mayor lago permanente, en entorno desértico, del mundo. Según algunas informaciones, en peligro por el control en el suministro de aguas del río Omo que lo alimenta.
Tocó sus aguas, entre restos de pequeños peces muertos, y respiró fuerte su calurosa y reposada brisa. El sol se mostraba, en aquel momento, en todo su esplendor y picaba al mochilero.
Se fueron de vuelta al pueblo de Kalokol a vivir, de nuevo, un poco el bullicio africano.

Paisaje y camellos pastando


Copyright © By Blas F.Tomé 2016

8 comentarios:

  1. Te copio "la mente viajera a veces va por veredas que nada tienen que ver con la búsqueda de un sorprendente espectáculo natural" porque es una gran verdad que creo solo puede comprender quien vive a fondo el viaje y tiene tu experiencia, tan deseada, tan insatisfecha.

    Has escrito un artículo que está a la altura de tu pasión y tu deseo. Una lectura apasionante que nos hace sentir a tus lectores todas las maravillas y desencajes del viajar.

    Gracias y saludos.

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  2. Precioso relato, Blas.
    Me he imaginado acompañándote a recorrer ese camino contigo en otra moto.

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  3. Será "primera parte" ¿no?, porque mas que a medias, me quedo con la miel a la vista. Porque efectivamente, de regreso de una semana de ciaje, entiendo perfectamente la insatisfación de no completar el viaje nunca. Aparte de sudar y masticar el polvo del camino macerando el culo ¿no es otra tortura ver pasar tantas imágines y no poder fotografiarlas?.

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  4. Me van esos descubrimientos Blas. Todos alcanzables, como éste, a pesar de lo que te costó llegar.
    Por cierto , esa cabaña turkana está para añadir a tu post de construcciones africanas comparables a las de Roma. También tiene su corazoncito.
    Saludos

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  5. Los tienes cuadraos, Blas.
    Las mujeres turkanas no se quedaron descolocadas por tu grito atronador.
    Es porque los tienes cuadraos.
    Un abrazo: emilio

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  6. Si si si!!!!!!! AFRICA le inspira a nuestro Insatisfecho, que nos regala, esta vez, un bello relato apasionado. Nada de meditaciones budicas!
    Como bien dices existen lugares enraizados en nuestro corazon, que tenemos que abrazar un dia, son parte de nuestro "imaginaire" que dirian los french people...
    Besos

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  7. Lo felicito: primero por querer conocer, vivir de cerca otras geografías, otras gentes. Segundo, lo felicito por las fotos publicadas. Me atraen profundamente los Pueblos originales y su forma de vivir o subsistir. Lo que me indigna que, habiendo ellos llegado hasta nuestro tiempo, en vez de ser sus vidas mas fáciles, parecen siempre estar en peligro.Cordiales saludos.

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  8. Pareces Speeke descubriendo el lago Victoria, jajajaja. me alegro de que llegaras (yo no lo conozco). Lo que intuyo por tu crónica es que las carreteras keniatas siguen igual de mal... o peor. Están todas hechas una ruina.... ¿donde mete el gobierno el pastizal que saca por cobrar una desmesura a los turistas en los parques nacionales? Pregunto yo.

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