30 de marzo de 2011

Pan o steel-pan

La música predominante en Trinidad y Tobago era el pan o steel-pan, música de tambores de acero, que era lo que significaba, y si se organizaban en una banda, steel-band. Música de las islas mamada por el pueblo al regazo de las muchas escuelas que entonces existían.

Un tratamiento previo, artesano, para armonizar diferentes formas, y por tanto sonidos, hacía que unos bidones de petróleo se convirtieran en utensilios musicales. Excepto los trinitarios, no había otro pueblo que hubiera evolucionado su música hacía aquellos particulares instrumentos y timbres. Sonidos metálicos que unidos convertían sus percusiones en una melodía metálica y cristalina.

Se creía -eso decían en la escuela a la que el viajero insatisfecho asistía de oyente muchas noches- que su mayor esplendor fue durante la Segunda Guerra Mundial. La construcción minuciosa de los tambores y el desarrollo popular de técnicas propias para que esos barriles vacíos produjeran bellas melodías, fueron parejos.

En aquellas jornadas trinitarias sería práctica corriente oír aquellos sonidos al caer la noche en los alrededores de las muchas escuelas de pan, en el centro de Port of Spain (su capital). También el Emancipation Day fue un barullo de steel-pan y color.

Un cigarrillo de ‘Habanos’, una cerveza bajo la luna, el calor caribeño y el son de las steel-band sería uno de los placeres y rutinas habituales en las largas noches de Trinidad y Tobago.

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21 de marzo de 2011

Yaviza inundada

-Nueva y futura ubicación del poblado emberá-

Cuando llegó aquel día a Yaviza (Panamá), punto final de la carretera panamericana y comienzo del verdadero Darién, sus gentes acababan de salir de una inundación que les había durado casi un mes.
- 'El 8 de diciembre comenzaron a subir las aguas', dijo la mujer sentada a la entrada de su casa de madera [entonces, era 27 de enero y aún se veían sus efectos].
En aquella población confluían tres o cuatro ríos que padecieron los efectos del cambio climático (¿Qué no?. El tiempo lo dirá) y los yaviceños(?) sufrieron las consecuencias. Toda la ciudad fue evacuada.
Más allá -más hacia la frontera con Colombia- a los poblados existentes, casi todos emberá (etnia predominante en la zona), se accedía en barca/piragua/panga o, a los más cercanos, por angostas trochas llenas de maleza.
Y en una piragua, por el río Chucunaque, se acercó este mochilero a visitar dos poblados emberás que habían sufrido, como no, las bestiales inundaciones. Remontando el río aparecían de manera intermitente pequeños caimanes, tortugas acuáticas, lagartos, perezosos, garcillas y otros animales.
Encontró a aquellas gentes reubicando el poblado y sus pertenencias. El ‘Consejo’ del pueblo de Peña Bijagual había decidido situar sus casas de madera en una pequeña elevación, más alejadas del río. Se afanaban, aquellos días, en el corte de maleza y árboles para convertir aquel asentamiento en digna residencia. Temporalmente, contaban con tiendas de campaña, donadas por los americanos.
- 'Con los ‘gringos’ fuera del país ¿cómo es que siguen enviando ayuda a esos apartados poblados?', preguntó al regreso el mochilero a la dueña del hotel de Yaviza; tímida, siempre con la cabeza gacha, casi a la altura de sus exprimidos pechos.
- 'Pero si están por todos los lados', le contestó la señora sin levantar la mirada.
La frase, tan bien traída, la había oído el viajero insatisfecho en otro contexto.
No sabe dónde.



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12 de marzo de 2011

La isla de las estrellas

En el archipiélago de San Blas (Panamá) había cientos de islas, algunas habitadas, otras no. Una mañana, este mochilero y otros más, que el camino puso delante, organizaron una comunitaria visita a varias de ellas. Todas ellas, territorio kuna.
Desde que fuera declarada la zona Kuna Yala, con el actual estatus de comarca indígena, es prácticamente una nación independiente dentro del país (para entrar controlaban el pasaporte aunque sin añadir ningún tipo de sello en él). Los kunas viven de los recursos naturales de las islas, de la venta de cocos, de la venta de marisco y, más recientemente con el turismo, de la venta de artesanía.
- ¡Visitemos la ‘Isla de las estrellas’!, dijo el kuna que guiaba al grupo en su lancha.
Deshabitada; solitaria; con visibles efectos de fuerte brisa en sus enmarañadas ramas; naturaleza virgen,…, todo un compendio de vida en aquel diminuto paraje/isla plagado de belleza.
A escasos metros de la orilla, en plena playa de arena blanca y salvaje, se veía a escasa profundidad multitud de pequeñas estrellas.
Y, entonces, aquella guapa alemana/colombiana -que se decía alemana pero que hablaba un español mezclado de sonoridades colombianas- con cierta inocencia y ternura, no exenta de rabiosa sensualidad, se quitó sus telas de arriba y, con gracia y amplia sonrisa, mostró a todos (‘Que no me vea el ‘kuna’, dijo) la belleza de dos estrellas estratégicamente colocadas, fuera de su habitual fondo marino.
Una de ellas murió.
Pero........ ¿quién hubiera podido resistir aquel discreto arrullo?
¿Lo hubiera hecho el viajero insatisfecho?.

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7 de marzo de 2011

Vecino, el que calla otorga

Este viajero insatisfecho se ha pasado, hace unos días, una semana criticando, despotricando e insultando a los insensatos madereros que destrozan la selva del Darién (Panamá) cuando en su propia casa del barrio de Argüelles, amparados por una comunidad de propietarios/basura, cuatro memos se dedican a las talas ilegales, podas salvajes de tres míseros árboles plantados en el -ya viejo- jardín de la comunidad.
Dale a un memo una motosierra y desmiembra el parque del Retiro en tres mañanas. No hay nada peor que la ignorancia y falsa ‘naturalidad’(?) de un descerebrado para producir los peores males naturales.
¿No producen muchos de los más salvajes incendios las aviesas actitudes de ciertos personajes, o los tontos de pueblo que se ríen eufóricos cuando las llamas les calientan las narices?. ¿No es, a veces, el más borrico de la ribera el que bombardea el río para reventar un banco de peces y sacarles muertos a flote?. ¿No es el más ladino el que rejonea año tras año al toro de la Vega, en Tordesillas?.
En Madrid, en su centro, en el territorio donde anidan una pareja de mirlos, donde la cultura del medioambiente debería ser una forma de vivir, aún quedan personajes extemporáneos que producen daño, sin posibilidades del ‘marcha atrás’.
¡A mamarla!.
¡Así le va a la ‘españa cañí’!.
Este ‘post’ es de viajes, pero de un viaje a lo más oscuro, necio y pestilente de la sociedad madrileña.

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3 de marzo de 2011

Un poco de megalomanía

Todos los mandatarios de las diferentes épocas tienen casi siempre un representante megalómano entre sus correligionarios y coetáneos y, recuérdese, que la megalomanía es un estado psicopatológico, según Wikipedia, “caracterizado por los delirios de grandeza, poder, riqueza u omnipotencia”.
Y esto fue lo que pensó el viajero insatisfecho cuando pisaba la entrada de la mezquita de Hassan II, de Casablanca (Marruecos), que estaba paseando por una explanada imaginada por un megalómano. Construida la mezquita a finales de siglo XX (es decir, hace cuatro días), el rey Hassan II eligió el lugar (la ciudad) para dar relumbrón a una de las poblaciones punteras a nivel económico del país marroquí.
Es la segunda mezquita más grande del mundo, después de La Meca. El exterior era exageradamente amplio, para dar cabida a miles de fieles. Miraba al mar con prepotencia. Las puertas de entrada al templo, talladas en cobre y estaño, y las fachadas, cubiertas de mármol esculpido y pulimentados mosaicos, rompían -con suavidad- la casi molesta claridad de aquel soleado día.
Todo un dispendio.
¡El mundo está loco!.
Al menos, los no-musulmanes podían entrar en su interior, que no siempre estaba permitido. Este mochilero no entró, un ‘pelas-pirata-moro’ (taxista marroquí) le esperaba fuera.
¡Ma'a ElSalama / Adiós!.

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