13 de noviembre de 2008

Dentro de una cueva-bunker-cuartel-cárcel

Uno, dos. Dos aviones se incrustaron en las torres gemelas de Nueva York (2001). Mientras, este viajero insatisfecho visitaba uno de los muchos bunker-cuartel-cárcel que los vietnamitas habían construido, aprovechando la peculiaridad del terreno de las islas de la bahía de Halong, durante la guerra con los norteamericanos. Uno de aquellos jefes militares de entonces, reconvertido aunque mal en vigilante-guía, enseñaba la cueva tratando de no herir las sensibilidades de posibles americanos entre el tropel de curiosos.
Al otro lado del Pacífico, en Nueva York, el pánico se apoderaba de la ciudad al ver los efectos del imponente impacto. También el miedo se extendía al país.
En la bahía de Halong, en la cueva-cuartel, la paz y armonía eran absolutas, aunque sobrevolando en el ambiente ese halo de inquietud e incertidumbre que daba imaginar lo que hicieron, en aquella oscura cueva, los bravos y traicioneros vietnamitas, así caricaturizados en las películas americanas.
Este viajero tuvo que esperar al menos una hora -ignorante de lo que estaba ocurriendo en ese momento en el país de la otra costa, en el lado americano- para que se formara un grupo numeroso y el guía -aún vestido con trasnochada estética militar- iniciara las explicaciones reglamentarias del recorrido.
Se entraba por una disimulada y pequeña abertura en el promontorio, uno de los muchos que había debido a la original orografía del terreno. Ya dentro, una inmensa cavidad -mitad natural, mitad trabajada- recibía a los inquietos curiosos. En la casi completa oscuridad debían avanzar por pasadizos y peligrosas escaleras casi verticales, con la escasa luz de la linterna del vigilante-general-guía.
En España y en el mundo se seguía con expectación los acontecimientos de Washington y Nueva York.
En este apartado rincón de Vietnam, el grupo visitaba las celdas incrustadas en las paredes de la gruta, que sirvió unas veces como refugio al alto mando vietnamita y, otras, como cárcel para prisioneros americanos.
A la salida de este antiguo y natural refugio, al mochilero le pareció escuchar y entender que una avioneta había impactado en una de las torres gemelas. Para él, la tragedia era fácil de imaginar: 8 o 10 personas muertas. Durante una escala de cuatro horas en el aeropuerto de Singapur, una semana más tarde, pudo vislumbrar un poco la magnitud del acto. No fue hasta pisar suelo español, el 19 de septiembre, que entendió lo ocurrido.

¡Que diferente es el mundo cuando la desinformación y la ignorancia impera!.
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Fotografía: Entrada / salida del bunker vietnamita, atestada de turistas.


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1 comentario:

  1. "Seco", ya decían aquel fatídico 11-S que Osama se encontraba celebrándolo en el sudeste asiático, ¿te confundirían a ti con Bin Laden?. No, creo que tu eres mas guapo.

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