6 de junio de 2007

Todo está contado


De Cuba, se ha dicho todo. Otros, han dicho todo. Este viajero insatisfecho no se siente con ganas de añadir nada novedoso. Únicamente, que no vio libertad, no sintió libertad y encima sufrió su falta.
Libertad para moverse como un mochilero encantado de serlo (falta de autobuses, el tren era inviable, escaseaba la gasolina, sufrió el periodo especial como la revolución llamaba a la falta de todo lo básico para el cubano,…). Solución: alquilar-comprar un destartalado vehículo, con propietario incluido, para tratar de conocer un poco la isla.
De La Habana a Varadero.
De La Habana a Pinar del Río.
De La Habana a Santiago de Cuba.
Con lo único que quedó encantado (al margen de lo que otros han dicho, que es todo) del letrero ante la Oficina de Intereses Americanos en Cuba (qué nombre más rebuscado para evitar llamarlo, Embajada): “SEÑORES IMPERIALISTAS ¡NO LES TENEMOS ABSOLUTAMENTE NINGÚN MIEDO!”. ¡Ele, ele y ele!.
Una revolución tiene que ser retorcida para llegar a colocar un letrero tan ajustado a sus intereses como éste.
¡Chapeau!.
Del resto de la revolución: falacias fidel-ianas.

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